El capitalismo
El capitalismo usa la propiedad privada y los mercados. Remunera la propiedad, el poder, la productividad, y, como resultado, ha producido algunas de las mayores disparidades en ingresos y riqueza que pueden encontrarse en la historia de la humanidad. La división laboral dentro del capitalismo es jerárquica. Los capitalistas dominan a los trabajadores mientras que los coordinadores ocupan el terreno entre la mano de obra y el capital, en parte administrando en beneficio de los capitalistas y en parte intentando incrementar sus propios intereses a expensas de ambos: los capitalistas que están arriba de ellos, y los trabajadores que están por debajo.
Dentro de este amplio término hay ciertamente variaciones. Los trabajadores pueden o no tener sindicatos y otras formas de organización que les ayuden a manifestar sus preferencias, y lo mismo puede ser verdad para la clase coordinadora que puede haber amasado mayores o menores medios de acumular riquezas y poder para si misma a expensas ya de capitalistas ya de trabajadores. En su estado más opresivo, está el capitalismo degollador, de barones ladrones con poder corporativo gigante e irrestricto dominando todas las opciones y elecciones sociales. En su modo menos opresivo, existe un sistema mejorado de capitalismo llamado democracia social en el cual la fuerza laboral y los consumidores tienen un poder local y estatal considerable y lo usan para protegerse de las peores consecuencias de los mercados y la propiedad privada.
En cualquier caso, el modelo básico llamado capitalismo, por sus tendencias intrínsecas de propiedad privada de los medios de producción, divisiones laborales corporativas jerárquicas, y mercados competitivos, no sólo no facilita la solidaridad, la diversidad, la equidad y la auto-gestión participativa, sino que viola cada uno de esos valores produciendo virtualmente sus opuestos exactos. Como el tremendamente influyente economista Británico ganador del Nobel John Maynard Keynes (1883-1946) lo puso:
[El capitalismo] no es un éxito. No es inteligente, no es hermoso, no es justo, no es virtuoso, y no entrega los resultados esperados. En resumen, nos desagrada, y estamos empezando a despreciarlo. Pero cuando nos preguntamos qué poner en su lugar, quedamos extremadamente perplejos.Reducir esa perplejidad ocupa mucho de este libro.
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