He escuchado con frecuencia desde hace algún tiempo, respecto de los enfermos de cáncer, que les dio el mal por envidiosos, rencorosos, amargados o angustiados. Y eso me parece un juicio horrible, una especie de "se lo merecían, por eso les cayó el chahuistle" o un "por eso no sales del hoyo" que le gritan a los taxistas cuando se le cierran a los otros automovilistas o no recogen el pasaje. Ahora bien, es cierto que somos criaturas psicosomáticas y que nuestro estado de ánimo afecta nuestra salud, pero igual es al revés, nuestra salud afecta nuestro ánimo; aunque después se diga que no, que si uno tiene un ánimo fuerte puede ignorar los males y portarse de todas formas sereno y sabio frente al dolor y la adversidad. La cosa es que si a mí hoy me llegaran a decir que me quedan dos semanas de vida, con las ganas que tengo de ver crecer a mi pequeña seguro que me volvía un amargado envidioso rencoroso de mierda con todos los demás que no tuvieran esa condena de muerte, y que sí tuvieran, si no la certeza, por lo menos sí muchas más posibilidades de ver crecer y desarrollarse a sus seres queridos. Pero no sólo eso, si me diera un cáncer terminal (o cualquier otra enfermedad), seguro mi organismo cambiaría, segregaría hormonas o enzimas que antes no, la química interna de mi cuerpo se alteraría, y probablemente, incluso sin saber que me acecha una terrible enfermedad y muerte "prematura", mi estado de ánimo también se alteraría.
Ya he posteado con anterioridad eso de correlation is not causation. Lo que quiere decir es que podría ser al revés, podría ser que el cáncer provocara una actitud ojete, y entonces la envidia o el rencor o la amargura o la angustia fueran síntomas, más que causas. También podría ser que no estuvieran relacionados de ningún modo, por ejemplo, si todo aquel que sintiera envidia se enfermara de cáncer, ya podría yo creer que están relacionadas la enfermedad con el pecado capital, pero si encuentras a personas envidiosas que llegan hasta los 90 años y mueren durante su apacible sueño, entonces ya se fregó el asunto, porque se podrá decir que sólo algunos de los que tienen envidia se enferman de cáncer, pero entonces ya no es una regla de causalidad. Podría ser que la relación fuera con respecto a otro problema de fondo, alguien afectado por una central de transmisiones de microondas cercana a su casa, que le modificara tanto el carácter como la salud... etcétera.
La verdad es que en esta, como en muchas otras cosas, es cuestión de suerte medible con estadísticas. Por ejemplo, dicen que 1 de cada tres adultos que vivan más de 60 años tendrá cáncer. Eso quiere decir que si llego a esa edad hay bastantes probabilidades de que me enferme. Pero luego está esa otra estadística que dice que si me detectan tempranamente el mal mis posibilidades de salvarme son mucho mayores, etc. Y sí, hay casos de niños con cáncer, uno en mil o más, y dentre esos, los que son incurables y/o no se detectan a tiempo son uno en cien, por decir una cifra sacada de la manga; por lo tanto, que a uno le toque el boleto de la macabra lotería de ser un niño que morirá joven es algo muy desafortunado, sí, pero no atribuible a la envidia, rencor, odio, amargura o angustias del pequeño. En realidad querer encontrarle una explicación simple al azar es poco fructífero. Se le puede llegar a encontrar una explicación particular a cada caso específico, pero remontar causas en sistemas abiertos para encontrar reglas generales no suele dar resultados lineales ni mucho menos sencillos como una causa única (actitud negativa) para un abanico de males (cáncer de n tipos).
27 de abril de 2010
¿Mata el rencor al rencoroso?
Etiquetas: reflexiones - Publicó persona.vitrea a las 09:00
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