15 de abril de 2010

Anarquismo triunfante (13 de 36)

Cómo creamos el enredo del microcerebro

Así que la historia de los lenguajes de programación refleja directamente la necesidad de encontrar formas de comunicación humano-máquina que fueran eficientes también para transmitir ideas complejas a lectores humanos. La "expresividad" se volvió una propiedad de los lenguajes de programación, no porque facilitara los cómputos, sino porque facilitaba la cración colaborativa y el mantenimiento de los cada vez más complejos sistemas de software.

A primera vista, esto parece justificar la aplicación del pensamiento tradicional de copyright para los trabajos resultantes. Aunque involucran sustancialmente elementos "funcionales", los programas de computadora contenían características "expresivas" de importancia capital. La doctrina del Copyright reconoció la fusión de función y expresión como algo característico de muchos tipos de trabajo registrados. El "código fuente", que contenía tanto las instrucciones para la máquina necesarias para su operación funcional como los "comentarios" expresivos dirigidos a los lectores humanos, fue un candidato apropiado para el tratamiento del Copyright.

Cierto, mientras se entienda que el componente expresivo del software estaba presente solo para facilitar la elaboración de "trabajos derivados". Si no fuera por la intención de facilitar la alteración, los elementos expresivos de los programas serían completamente innecesarios, y el código fuente no sería más copyrighteable que el código objeto, el output del procesador del lenguaje, purgado de todo excepto de las características funcionales del programa.

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