Antes de retomar mis lecturas universitarias, me puse a leer de modo salteado el libro que está leyendo mi musa: Humanismo impenitente, de Fernando Savater. Ya lo había leído hace tiempo, pero me sucede que cuando releo algún libro, excepto si tiene alguna trama o historia que me fascine, me encuentro con páginas enteras que me sorprenden por que me parecen nuevas, como si nunca antes las hubiera tenido frente a mis ojos. Me he llegado a cuestionar la atención que les puse la primera y/o segunda vez que las leí, porque teóricamente debería de recordar cada palabra, cada acento, cada signo de puntuación leídos con anterioridad. ¿Sí?, ¿teóricamente según quién?, supongo que a menos que uno relea unas cuatro veces, o bien tome notas y haga fichas durante la primer lectura, o bien sea uno Funes el memorioso, a cada lectura se retendrá, siempre, un porcentaje menor al cincuenta de la información total contenida en lo leído.
De este libro recordaba casi en su totalidad los ensayos en que F.S. condena lo que llama el estado clínico, en los cuales promueve la despenalización de las drogas. ¿Por qué siguen frescos en mi memoria?, pues porque es un tema de relevancia nacional desde hace rato, y porque yo también creo que los que en la actualidad mantienen la prohibición de las sustancias enervantes/relajantes/alucinógenas son los mismos que la producen y venden, y que gracias a la interdicción obtienen muchas mayores ganancias. O por lo menos que obtienen algún beneficio personal al mantener su cerrazón que de otro modo no se explica, sobre todo porque los argumentos a favor de la despenalización, y en contra del estado clínico, son contundentes, abundantes y clarísimos.
Uno de los ensayos que había olvidado (de 1989), trata sobre el proceso democratizador y democrático cada vez más difundido por el mundo tras la caída del muro de Berlín. Es un texto optimista y entusiasta, en el que pareciera que el autor desconoce a) que desde que los romanos instituyeron su república había corrupción y compra de votos y designaciones por dedazo de senadores por el Cesar, y que la práctica democrática/republicana es desde entonces una fachada legitimadora para toda la sarta de transas y estupideces que hacen "nuestros" representantes en flagrante desacato a su mandato y poniéndose de tapete para los grandes corporativos. b) Que las opciones ofrecidas por ese sistema desde el punto de vista electoral son una ilusión de libertad de elección ("You want the puppet on the right or the puppet on the left?"). c) Que las opciones comerciales disponibles en las democracias, lejos de promover la diversidad promueven la uniformidad, e.g. Starbucks ha invadido la capital mexicana, sacando del mercado a casi todos los cafés pequeños, propiedad de familias emprendedoras del país. Ahora puedo elegir del uniforme menú de todos los starbucks, puedo llegar a cualquier sucursal y pedir mi "venti capuccino con un shot extra de café" o mi "caramel macchiato con leche de soja", y en todos lados los hacen más o menos igual de ricos. So far respecto a las opciones ofrecidas en un sistema "democrático". No estoy diciendo que preferiría un estado totalitario como el de Korea del norte, sólo que no es tan la panacea como quieren pintarlo, ya que sólo es ligeramente mejor que Irán o Cuba (los cuales empeoran con las sanciones y bloqueos), y siempre (y sólo) que se tengan suficientes recursos económicos.
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