19 de junio de 2010

Porqué no marcho ni hago huelga

La estrategia que propongo está basada en el consumo, no en la fuerza laboral con sus huelgas y demás puntos de presión, ni en las manifestaciones callejeras con sus bloqueos de avenidas, mantas y demás. Digo, no está mal que los que luchan en esos frentes lo hagan, y que sigan haciéndolo mientras la situación no mejore, pero tanto la huelga como las manifestaciones tienen algunos defectos fundamentales, como que, por ejemplo, en una huelga se reconozca como interlocutor válido y contrincante al dueño del lugar de trabajo y a sus negociadores. Podría decirse que, "pues con alguien tiene uno que tratar", ok, pero vamos a ver, si yo en una situación de fuerzas desiguales lucho frontalmente contra quien detenta el poder, no lo debilito, sino que lo fortalezco.

Recapitulo, una huelga reconoce al patrón como patrón, el cual puede resistir más tiempo que los huelguistas porque tiene el dinero que sus medios de producción le han permitido acumular durante años; como el paro se efectua desde una situación de poder inferior, aquellos que cierran una fábrica y ponen las banderas rojinegras suelen pedir un aumento de un porcentaje de su sueldo, pero no un cambio de dueño, o de dirección, o de maquinaria, o la triplicación de sus ingresos, o una semana de cuatro días (32 horas). Por lo que en realidad no están pidiendo un cambio, sino un leve ajuste con el cual los trabajadores autorizarán que se les siga explotando por otro año más. Por si eso fuera poco, los huelguistas nunca obtienen los aumentos que piden y por ello quedan vulnerables para la próxima huelga, en la que los patrones intentarán disminuir aún más el porcentaje del aumento a niveles que estén por debajo de la inflación, lo que con el tiempo mermará aún más la capacidad adquisitiva de los trabajadores, que estando más necesitados deberán trabajar más para cubrir las necesidades de sus familias.

Para las manifestaciones es algo similar, se le exige al supuesto interlocutor de los marchistas, o sea al gobierno, que haga lo que no está haciendo, pero similarmente a cómo funcionan las empresas, los poderosos no buscan solucionar nada, sino simplemente que el show continúe para que ellos sigan enriqueciéndose. Mi estrategia en cambio, es en el consumo, decía más arriba, y no es un esporádico boicot a ciertos productores, es una actividad cotidiana que debería dar beneficios inmediatos a los que la practiquen, y que ignora por completo a los patrones o gobernantes, pues se trata de acciones en manos de los que participen. Daré los detalles en el siguiente post de la categoría "estrategia".

2 comentarios:

óscar dijo...

No veo el modo en que el consumo ignora por completo a patrones y gobernantes. Ambos quieren precisamente que consumas y que no te pongas pendejo.

persona.vitrea dijo...

En efecto, el consumo no es frontal, no necesita reconocer un adversario, es más, como bien dices, que consumamos es lo que quieren los "dueños", es casi como estar trabajando sin quejarse de nada, y aguantar los aumentos de precios y las marranadas políticas sin protestar.

Pero por lo mismo el consumo organizado no puede ser combatido por la fuerza, al menos no frontalmente (si consumes eres buen ciudadano, y como no se trata de ponérsele pendejo a nadie, no tienen porqué reprimirte).

El punto aquí es lograr volumen entre muchos, lo que en primer lugar permitirá a los consumidores organizados beneficiarse del mercado mismo, y una vez alcanzada una masa crítica, permitiría establecer empresas locales horizontales pareconosas que no tengan que competir por su market share, pero cuyos productos tengan una distribución y consumo garantizados sin intermediarios ni publicidad ni defectos de distribución de los ingresos; compañías aisladas del mercado que le impone cierto yugo incluso a las mejores cooperativas.

Es decir, la cosa no es dejar de consumir, sino aprovechar la fuerza de ese otro pilar de la economía (que es el consumo) para reformar los otros dos. Llegado un punto, los malos se encontrarán con que están quebrando, situación más temida que tener que hacerle concesiones a algunos revoltosos a los que luego pueden despedir con excusas mentirosas. Pero en este momento los consumidores están atomizados, desordenados, desorganizados, sin posibilidades de ejercer ninguna presión de ningún tipo.