Tras variadas conversaciones en distintos tonos y con distintos interlocutores y descenlaces logré defender mi actividad bloggera de la inquisición materialista de mi amada, y del abogado del diablo Absorto. Por una parte, no se trata de una actividad que me dañe físicamente como el alcohol o el tabaco, no es una droga, no es un vicio, es más, creo que es una virtud. Para mí se trata ante todo de una praxis, de una actividad cotidiana que puede llevarme a algún tipo de conocimiento y/o excelencia, pero que además me gusta, la disfruto, y quizá por los motivos más infantiles. No es "nadamás" un intento narcisista por conquistar ojos internautas. Si ese fuera el caso yo podría ser mucho más ambicioso, y como precisamente me sugería Absorto el otro día, planificaría un texto, le dedicaría diariamente esfuerzo, pero sólo publicaría cada cierto tiempo y hasta que el texto estuviera pulido y afinado.
Le explicaba que eso de publicar a diario era un tipo de "restricción", y es sabido que todo "artista" se plantea primero ciertas restricciones para delimitar su terreno de juego. En mi caso, y porque me conozco y sé lo fácil que disperso mi esfuerzo y pierdo hábitos "positivos", la idea fue ser ambicioso y publicar a diario. Obligándome así a cumplir con cierto tiempo de práctica diaria. Decía Pablo Casals (creo): que cuando no practicaba un día, él lo notaba, cuando no practicaba dos días, los buenos críticos lo notaban, y cuando no practicaba tres días, la audiencia entera se enteraba. En su Invitación a la ética, Savater cita a Aristóteles y sus praxis, intransitiva, que consiste en el puro ejercicio del sujeto, y la poiesis, transitiva, que consiste en hacer algo y deja como remanente un producto. Lo que salta a la vista de esta praxis es que deja un remanente. Y por lo tanto, aunque muy probablemente de baja calidad, un producto.
Siendo tan económico publicar a diario como lo es ahora, no es relevante si publico mi praxis como poiesis, quizá dentro de todo esto haya alguna poca de poiesis después de todo. Además, quitar esa "restricción" pone en riesgo toda la praxis, y como la disfruto, pues no es eso lo que quiero ¿Qué importa si además lo hago bajo un seudónimo, y si me hago chaquetas mentales con respecto a los "happy few" que entenderán mi pedo, o mis ideas? Eso sí, mi defensa incluyó una negociación con la compañera de mis sueños, tras la cual cambiamos el horario de mi cotidiano bloggear. En lugar de ser durante horas en que ella también está despierta y pueda jugar conmigo, será una vez que ella se amodorre y se decida a dormir. De este modo será robarle media hora al sueño, y no a nuestra mutua compañía.
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