La constitución de los Estados Unidos, como uno de sus mejores intérpretes ha señalado, es un experimento. Al Juez Holmes y a todos aquellos abogados y jueces que a lo largo de 200 años lucharon para convertir ese experimento en una realidad práctica mucho se les debe. Pero debemos también reconocer, tal y como fotografías de Irak han mostrado este año, que sigue siendo sustancialmente un sueño sujeto a perturbación política por aquellos que operan bajo el control del poder.
El utopismo también tiene el fuerte inconveniente de que la lucha por perfeccionar un mundo nunca antes probado suele volverse violenta cuando los sueños se enfrentan con realidades inesperadas y el soñador tiene pocas alternativas además de atacar ferozmente a la tiranía de los hechos. Y así la lucha por la libertad de pensamiento y la lucha por la igualdad económica han sido limitadas sustancialmente en generaciones previas por la inevitable dependencia en un sueño de un futuro perfecto nunca antes experimentado. Y no es insignificante que en todas las lenguas europeas la frase --la palabra-- usada para designar esa perfección, "Utopía", signifique "no-lugar". Ya que esta es, después de todo, una lucha por lograr lo que nunca ha sido logrado. Una lucha para traer al mundo las condiciones que pudieran permitir a los seres humanos ser aquello que nunca han sido: el nuevo hombre socialista; el ciudadano perfecto de la republica perfecta. Estos fueron sueños nobles, y la batalla por lograrlos, incluso en su peor momento, tiene una nobleza a la cual aspiramos. Pero nosotros somos afortunados porque el nuestro es un movimiento construido no sobre sueños sino sobre realidades. La nuestra es una ideología de cambio que depende no de lo que podría ser sino de lo que ya es.
La revolución práctica, los amigos y colegas con quienes he estado trabajando por los últimos 20 años han mostrado que, la revolución práctica se basa en dos cosas: la validación conceptual y el código ejecutable. Es decir: hazlo primero y deja que las implicaciones de lo que ha sido hecho se asienten. La tecnología, a diferencia del flujo de la historia Hegeliano o Marxista, la tecnología en sí misma es irreversible. Aquello que tenemos es nuestro --no un sueño-- nos pertenece: funciona; lo usamos.
Habiendo traido al mundo las herramientas de nuestra liberación, es ahora nuestro privilegio usarlas para cambiar el mundo a nuestro alrededor. Este es nuestro rol especial en la larga historia de la lucha por la libertad de pensamiento. Las condiciones que dieron pie a esta inusual situación, una revolución basada no en sueños de lo que podría ser sino en el reconocimiento de las plenas implicaciones de lo que es: esta situación se la debemos al capitalismo industrial del siglo XX. Éste será --debe ser-- registrado en la historia como aquello que logró habilidósamente su propia destrucción.
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