11 de junio de 2009

Con ganas de volverlo a leer

Me fascina la última sección del tercer capítulo del Tratado de semiótica general, en el que Umberto Eco habla de las ideologías, y de cómo es detectable el discurso ideológico por su tendencia a ocultar las contradicciones semánticas. Me gusta mucho cómo, utilizando la metáfora del demonio de Maxwell (y modificándola tantito) desglosa indirectamente el sistema de creencias ostentado por capitalistas, comunistas, socialistas, ambientalistas, etc, sin meterse en problemas con ninguno dellos, precisamente porque el ejemplo está elegantísimamente planteado.

Así pues, pensemos en un campo semántico que tiene tres o más facetas (de entre las cuales al menos una es contradictoria). Por ejemplo "estudiar", actividad que: 1.- sirve para conservar, incrementar u obtener conocimiento, 2.- impone una serie de actividades en espacios generalmete cerrados, lo que podría ser menos riesgoso para el estudiante que vagar por las calles, 3.- si es concluida satisfactoriamente, pone en situación de ventaja futura al ahora pupilo, en el momento de buscar empleo, 4.- requiere de mucho tiempo que de otro modo podría usarse jugando o en el placenterísimo ocio. Entonces, si una persona, por ejemplo un padre de familia, usa los argumentos uno, dos y tres con connotaciones positivas y entusiastas, pero oculta o minimiza o incluso se toma como ofensa el número cuatro, le está dando un sesgo ideológico a su exposición de motivos. Con lo que trata de ignorar (deliberadamente o inconscientemente) aquello que de algún modo se opone a lo que quiere.

Ahora bien, como dice Eco, por medio del tipo de análisis expuesto en su libro se puede demostrar que hay una inclinación tendenciosa en lo expresado, pero no eliminar las intenciones o ambiciones "de fondo" de quienes así se expresan. Al terminar el libro, también me percaté de otras "incongruencias" en el discurso de la Dra. que me analiza: (i) muchos campos semánticos presentan contradicciones de por sí, por lo que encontrarlas no es tan difícil, en todas partes las hay, y no necesariamente tienen que ser contradicciones de uno, sino que son propias del lenguaje y los campos semánticos; y (ii) demostrarle a alguien que está siendo parcial respecto de un tema más amplio de lo que le gustaría, y que en su necedad desearía poder demostrar que la propia preferencia es La Verdad, tampoco está tan peliagudo. En fin, ahora que terminé otra vez A Theory of Semiotics tengo ganas de volverlo a leer, pero eso lo haré ahora que termine unos libritos pendientes de los que hablaré ahí luego.

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