El miércoles de la semana pasada, la asistente de mi musa, armada de una carta poder y una copia de mis identificaciones fue a solicitar el cambio de número telefónico a Telmex, la pésima compañía nacional de teléfonos (explicaré la adjetivación conforme avance el post). Resulta que nuestra emisaria llegó a la sucursal cerca de las ocho de la mañana, hora en la que abren de lunes a viernes (los fines de semana descansan, aunque no así los teléfonos). La atendieron rápidamente y salió en menos de una hora con la siguiente información: 1.- El número cambiaría el mismo día, 2.- la conexión a internet se ajustaría automáticamente (probablemente también ese mismo día).
Como explicaba con cierta anterioridad, los motivos para cambiar de número son que desde la fecha de contratación no habían dejado de molestar buscando a un tal Hector Delgado y a una tal Gloria Gómez, quienes seguramente se han dedicado a gastar más de lo que pueden obtener de ingresos y están endeudadísimos con los bancos y demás instituciones manejadoras de dineros. Por supuesto queda en entredicho la tan cantada efectividad de los bancos si después de 2 años de infructuosos esfuerzos de acoso, en que cada vez les informábamos que "aquí no vive y no lo/la conocemos", no fueron capaces de actualizar sus bases de datos para ya no marcar inútilmente al 53418365. Tuvimos que ser nosotros, los usuarios finales, quienes sin deberla ni temerla tuvimos que pedir otro número.
Ahora bien, el mismo miércoles a la hora de la comida llamé a Telmex puesto que el modem que tenemos en casa se negaba a conectarnos: me atendió una nada atenta Maribel Flores y me informó que el cambio del servicio de Internet se haría automáticamente, claro, pero que podía tardar hasta 72 horas hábiles, me agité y molesté, reclamé, pedí hablar con algún supervisor, sin ningún éxito, y tras un buen rato en la línea se le acabó la pila a mi teléfono y colgué. Ese mismo día regresando del trabajo volví a llamar, para ser atendido por un no tan grosero Antonio Gómez que me dijo más o menos la misma historia ("¿Qué, van a ir a fundir el cobre para hacer los cables para poderme volver a conectar?", pregunté no sin algo de sarcasmo).
Al día siguiente, a la hora de la comida, volví a llamar, ahora con un amabilísimo aunque igual de impotente e inútil Iván Fernández, quien además, cuando le comenté que ya llevábamos 32 horas fuera línea, me aclaró eso de las 72 horas hábiles: "sí señor, pero desde su solicitud hasta ahora sólo llevamos 20 horas hábiles". Es decir que, como los técnicos entran a las ocho AM, y dejan de trabajar a las ocho PM, cada día representa 12 horas hábiles y no 24, como yo pensaba. Entonces es una forma de tranquilizar engañando al usuario, es usar un término que por lo general representa tres días (72 horas) pero que en realidad pueden ser hasta seis días hábiles (o sea que de hecho pueden llegar a ser hasta ocho días naturales)...
El viernes me atendieron tanto Ezequiel de la Torre como María de Jesús Ortíz, si resolver nada, y con la misma historia de que eso lo estaban "trabajando" en otra área técnica, y que muy probablemente el lunes ya tendría nuevamente el servicio de internet. Todo esto por solicitar un cambio de número propiciado por el acoso de bancos y demás instituciones cero inteligentes. Mientras tanto perdí muchísimo avance bloggero, de hecho lo perdí prácticamente todo. Muchas gracias, Telmex.
1 comentario:
Para el 22 de abril de 2020, plena pandemia en Córdoba, Argentina la disyuntiva sigue siendo la misma, solución: debería aclarar cada empresa cuántas son sus horas hábiles, por día.
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