Tuvimos una semana de luto despues de que se fue el Choco de la empresa para la que trabajo. Más o menos simultáneamente se fue también Chio, la asistente del dueño. Es extraño, no me llevaba mucho con ella pero siento su ausencia. Con el Choco me llevo más o menos constantemente (y muy bien) pero él no es particularmente notable, es decir, es bastante discreto y callado, hasta tiene una voz monocorde que lo vuelve menos visible, y con todo, sentí bastante esas dos ausencias. También porque el Choco fue el último de mis viejos amigos (de los que conocía desde mucho antes de entrar a la oficina) que dejó la chamba.
La semana siguiente se fue Mara, la única desarrolladora hembra del equipo (Marianne no cuenta porque ella no programa: se dedica a Quality Assurance), una excelente programadora en java y action-script, parece que la Mara Salvatrucha se irá a trabajar a BBVA-bancomer, lejísimos de donde vive, en un ambiente gris y repetitivo pero probablemente con más lana de por medio. Podría ser que con igual remuneración, y hasta con gente más cuadrada, pero la entiendo: conforme pasó el tiempo vi como ella iba tolerando cada vez menos la torpeza de los jefes. Finalmente creo que es cierto que los empleados necesitan sentir que alguien lleva las riendas con firmeza y que se cumplen los objetivos, de lo contrario desprecian a quien debería dirigir pero no lo hace o lo hace mal.
La cosa no acabó ahí, porque la semana siguiente se fue Nacho, alias el Castci, excelente programador en php y java, experto en pentaho, en bases de datos relacionales y olap, etc. Se lo jaló una compañía que lo pondrá de webmaster y jefe de programación, donde además le pagarán un 50% más de lo que ganaba en donde yo estoy ahora. Es un tipo bastante buena onda, derecho, honesto, ahí bohemionsón y alegre.
Lo curioso de esta desbandada, es que todos son diferentes, pero todos dejaron de sentirse a gusto en la empresa. Ahora bien, los jefes no son particularmente malvados, ni explotadores, ni tontos. Pero algo hay en el manejo de las situaciones delicadas que demuestra cierta cobardía inherente, como con el firewall y las justificaciones que nos dieron. Ese miedo y falta de experiencia que se sienten en ellos, se traduce al nivel de los empleados en la sensación de que la empresa no tiene rumbo, o va hacia un gran iceberg. Con lo que se explica que personas sensatas y capaces abandonen la nave, obvio, pues no quieren hundirse con ella.
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