16 de noviembre de 2009

Conversando con mis muertos

No se trata propiamente de una conversación. Es más bien una especie de relación subconciente que me presenta a personajes de mi infancia, ya desaparecidos, mientras llevo a cabo alguna acción. Ejemplo: el sábado en la noche estaba con mi musa y le preparé de cenar mientras ella cuidaba de nuestra hermosa cría. En realidad preparé una especie de aderezo para comida que ya teníamos. Algo con mucha cebolla acitronada. Pero cuando estaba a punto de servir y llevar la comida me di cuenta de que me faltaba el pan. Sé como le gusta el pan a mi amada, en rebanaditas doradas, así que saqué de la bolsa dos bolillos y me puse a partirlos sobre el fregadero. ¿Por qué sobre el fregadero?, para contener el regadero de moronas.

Cuando empecé a rebanar los panes me acordé de mi abuelo. Mi abuelo materno tenía caballos y todos los domingos iba por mi hermana y por mí a casa de mis papás para llevarnos a montar. Antes de pasar por nosotros compraba pan, jamón, queso, chiles enlatados, mayonesa, aguacates, frijoles, crema, y todo lo necesario para que después de ir a pasear sobre los lomos equinos regresáramos a desayunarnos unas tortas de jamón. En México la torta es lo que en otros lados se llama emparedado, pero con un tipo de pan específico (bolillo o telera). Creo que a mi abuelo le gustaba mucho más el bolillo que la telera, aunque no sé porqué ya por el final de mi pubertad, el último año y medio que fuimos a montar con él, compraba teleras. Recordé cómo se enfurecía cuando cortábamos descuidadamente el pan de nuestra torta (con el filo del cuchillo dirigido hacia la palma de la mano que sostenía el pan): "Así no estúpido, te vas a cortar la mano".

Pues bien, segundos después de ese último recuerdo el cuchillo rebanó la llema de mi dedo índice. Me insulté, me chupé la sangre que estaba saliendome, me puse una servilleta en la herida, busqué una tabla de madera y terminé de cortar el pan pero ya de manera reglamentaria, según la vieja enseñanza de mi difunto abuelo. No me pasó por alto que un par de minutos antes el recuerdo dese gran maestro me había advertido del desenlace de mi forma descuidada de actuar. Es algo que empieza a sucederme cada vez más frecuentemente y a lo que debería poner cada vez más atención.

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