5 de noviembre de 2009

Y la paternidad se asienta

Sábado 31 de octubre a las 18:00, después de una salida prematura de mi amada del hospital (el protocolo indicaba que debía permanecer internada 72 horas después de la intervención), nuestros cuatro progenitores ya estaban en el depto conversando entre ellos y cargando a su nietecita nacida 47 horas antes. Mientras tanto mi musa yacía convaleciente en cama, adoloridísima por su herida en el vientre, heróica en su disposición y su voluntad.

Pasamos la madrugada del sábado al domingo prácticamente en vela (igual que todas las madrugadas desde entonces), con la nena abrigadita en la cama al lado de mi amada y yo en un colchón inflable en el piso. Con un cuerpecito tan pequeño y unos ciclos vitales tan cortos nos hemos levantado cada dos horas cuando bien nos va para cubrir sus necesidades alimenticias y de higiene.

Al medio día siguiente de la llegada a casa de mi amada (y nuestra recién nacida hija), empezaron a llegar sus hermanas y nos ayudaron a bañar a nuestra pequeña, le cambiaron las vendas a la dueña de mi corazón y estuvieron en el depto brindandonos su valiosísimo apoyo hasta ya entrada la tarde. Por la noche nos dejaron solos y otra vez pasamos la madrugada cuidando a nuestra amada beba. Esa noche, en un momento dado hubo enorme alivio porque por fin le bajó la leche a mi musa y Loana pudo saciarse finalmente en el pecho de su mami sin que llegáramos a recurrir a la famosa fórmula complementaria.

El lunes 2 de noviembre, gracias a todos los santos fue día feriado y seguimos aprendiendo de nuestra sabia pequeñuela, la cual ha sabido trasmitirnos sus necesidades sin llantos ni berridos (hasta ahora) y nos tiene cada vez más enamorados. Nuestra ratita nos tiene una paciencia digna de ejemplo y alabanza, es apasible y observadora, con unos ojotes hermosos y una sonrisa y una carita conmovedoras.

Poco a poco nos hemos convertido en papás eficientes y funcionales. Poco a poco nos acoplamos con nuestra chiquilina: yo ya sé cargarla, cambiarla, bañarla, y acariciarla; todavía no he logrado hacerla eructar, lo cual resulta en algunas alarmantes vomitadas mancha-ropitas. La leche ya sale con abundancia del crecidísimo pecho de mi dulce inspiradora. Los ritmos cada vez nos son más familiares y empiezan a alargarse (algunos minutos). El pediatra que recién la conoció dice que está bien, sana y creciendo. Hoy a las siete pe-eme cumplirá una semana de nacida. Espero que cada vez debamos desvelarnos menos pues estoy super cansado (y si yo estoy así no imagino cómo estará mi amada). Estamos tronados pero contentos, felices de entregarnos a nuestra hermosa criaturilla.

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