15 de noviembre de 2009

Parecon - Parte 1 (26 de 48)

La planificacion centralizada

La planificación centralizada es una solución conceptualmente simple al problema de la distribución económica. Dentro de este sistema, un grupo de planificadores acumula información masiva de varias maneras, la manipula, impone ciertos amplios valores sobre de ella, y al final sale con una lista de instrucciones para los productores y precios para los consumidores. Dicho grupo manda entonces las instrucciones al resto de la sociedad para que las implementen.

En resumen, el sistema de planificación colecta datos y establece prioridades económicas que los planificadores luego usan para determinar cómo cumplir de la mejor manera las metas de la sociedad con los limitados recursos sociales productivos. El sistema consiste de un grupo relativamente pequeño de planificadores en un aparato de planificación centralizada que se comunican con los gerentes en las fábricas. Los planificadores deciden qué producir, donde deberán trabajar los trabajadores, qué niveles de ingresos tendrán los consumidores, y puesto que determinan los precios, también aquello que ellos podrán consumir. La información va de los planificadores a los gerentes y luego a los trabajadores. Todo esto puede ocurrir permitiendo una menor o mayor intervención por parte del público en general, y aunque la planificación centralizada es un sistema sin mercado, pueden ciertamente usarse mercados sumamente truncados para distribuir los bienes a los consumidores una vez producidos, para recolectar información, o incluso para asignar trabajadores particulares a empresas particulares. Pero las decisiones más amplias respecto a cuanto de cada producto hay que producir, cuantos trabajadores de distintas habilidades deberá haber y donde, y cuanto deberá pagárseles, son todas abrumadoramente determinadas por el plan central, incluso cuando existan mercados limitados para ayudar a disminuir dichas determinaciones.

Muchos defensores de las economías de empresa pública centralmente planificadas tales como la que hubo en la vieja unión soviética tenían como meta a una economía sin clases y vieron en la planificación centralizada un enfoque para la distribución consistente con la eliminación de las clases. Todos en tal sistema serán trabajadores y consumidores, argumentaban. Todos los trabajadores y consumidores estarán en un nivel de igualdad porque nadie poseerá los medios de producción. La pesadilla de la apropiación privada de recursos sociales escasos junto con la inequidad, el enajenamiento, y la ineficiencia impulsados por la acumulación de lucros por parte de una estrécha élite será remplazada, su prédica continuaba, por un uso racional de los recursos productivos para alcanzar mejor las metas económicas de la sociedad. En esta perspectiva, los planificadores centrales y los gerentes traducirán sabiamente los deseos de los trabajadores y los consumidores respecto al consumo y al trabajo en la asignación más eficiente posible de recursos productivos. En realidad, por supuesto, eso no fue lo que ocurrió en la Unión Soviética, Europa del Este, China, Cuba, o ningún otro lado en donde el sistema se implementó, ni tampoco es lo que podríamos predecir al modelar las instituciones del sistema. En cambio, en la historia y en nuestras predicciones, surgen clases incluso en la menos corrupta y menos autoritaria de las economías centralmente planificadas. Es más, esto se debe no solamente a las influencias políticas no-democráticas o a las traiciones de líderes corruptos, sino que en cambio es un resultado intrínseco de la planificación central.

Es decir, en vez de tener una clase capitalista al mando, en las economías centralmente planificadas vemos a una clase coordinadora de planificadores y gerentes convirtiéndose inexorablemente en la clase dominante. La idea de que los coordinadores, quienes monopolizan las posiciones de influencia y la toma de decisiones, están ahí simplemente para llevar a cabo la voluntad de los trabajadores y los consumidores es un mito de doble rasero, claro. En lugar de eso son los trabajadores quienes laboran bajo mandato de la clase coordinadora de planificadores, gerentes, y otros actores económicos empoderados. Los coordinadores consumen más que los trabajadores ordinarios, laboran en condiciones más placenteras, y toman todas las decisiones económicas importantes --ya sea en el amplio nivel de la planificación o como gerentes de fábricas por separado. Los trabajadores ordinarios son apartados de la toma de decisiones y tienen condiciones de trabajo y oportunidades de consumo inferiores. Esto no quiere decir que todos los trabajadores son igualmente explotados o enajenados en todos los sistemas centralmente planificados, o que todos los trabajadores sean más explotados en cualquier economía centralmente planificada, independientemente de cuan iluminada, que en cualquier sistema capitalista, independientemente de cuan barbárico. Pero incluso en el mejor de los casos, la planificación central está plagada de divisiones de clases, explotación, opresión, y enajenamiento.

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