De acuerdo con eso, no debió de haber existido la música, el arte, la tecnología o el aprendizaje antes del advenimiento de la burguesía, pues solamente ella sujetó todo conocimiento y toda cultura al nexo del dinero. Enfrentado con el advenimiento de la producción libre y la tecnología libre, con el software libre, y con el subsecuente desarrollo de tecnología de distribución libre, este argumento sencillamente niega los hechos visibles e incontestables. El hecho se subordina al dogma, en el cual se dice que las disposiciones que brevemente caracterizaron la producción intelectual y la distribución cultural durante la corta hegemonía de la burguesía, a pesar de la evidencia tanto del pasado como del presente, son las únicas estructuras posibles.
Así, nosotros les decimos a los propietarios: La falsa idea que les induce a transformar en leyes eternas de la naturaleza y de la razón, las formas sociales resultantes de su actual modelo de producción y forma de propiedad –relaciones históricas que aparecen y desaparecen con el progreso de la producción– esta falsa idea la comparten con cada clase dominante que les ha precedido. Aquello que ven claramente en el caso de la propiedad antigua, lo que admiten en el caso de la propiedad feudal, tienen por supuesto prohibido reconocerlo en el caso de su propia forma burguesa de propiedad.
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