3 de noviembre de 2009

Convalecencia hospitalaria interrumpida

El jueves pasado nació mi hija. El viernes fui a la visita matutina al hospital del IMSS en donde empezó a convalecer mi amada (y a la visita vespertina fue su mamá). El anuncio de las visitas decía "de 10:30 a 11:30", pero en realidad, por la enorme fila de visitantes que tenían que pasar por varios filtros de vegilancia, llegué con mi "paciente" como al cuarto para las once.

La saludé efusivamente en su cama (106 pte) rodeada de otras cinco camas y pacientes con sus respectivos visitantes, y dejé en un rincón todo lo que me estaba permitido llevarle en una reglamentaria bolsa de plástico transparente. Entonces, al lado de la cama de mi amada vi a la bebé en una cunita y me enternecí y le dije cosas bonitas. Luego, ayudé torpemente a mi recién tasajeada compañera a cambiarle el pañal a nuestra hijita y la cargué un ratito; parecía una ratita chiquita chiquita, con unas manitas minúsculas y unos piecitos utilizados hacía poco como sello, y por lo tanto con restos de tinta azul en sus plantitas descalzas.

Mi musa se veía entera, fuerte, energetizada (¿se dice energetizada o energizada?) por tener que proteger y cuidar a la nena. Y en parte sí, la bebé le dio muchísima fuerza, pero también fingía para que la dejaran salir antes, estaba aguantándose estoicamente un dolor gigante, además de haberse tragado el maltrato de los empleados de salud del gobierno que saben que atienden a personas con pocas opciones médicas y/o monetarias y por lo tanto abusan de su poder.

Hay ventajas y desventajas con la salud pública: como no te ven con un signo de pesos en la frente te tienen ahí sólo el tiempo estríctamente necesario y no terminan inventándote enfermedades para exprimir lo más posible tu billetera; pero como gran parte de los empleados se sienten demasiado seguros porque en empresas de gobierno no hay controles de calidad de "atención a clientes" con los cuales puedan aunque sea llamarles la atención a los que son groseros, suelen ser déspotas y divos y brutales impunemente. Mi amada tuvo que vérselas con enfermeras de ese tipo y supongo que recién operada no fue nada agradable.

El sábado también fui a la visita matutina y mi dulce compañera ya estaba tramitando que la dieran de alta y la liberaran ese mismo día. Lo logró 24 horas antes de lo establecido en el protocolo hospitalario. Esa tarde de sábado llegamos a casa con una bellísima beba de 48 horas de vida extrauterina que vino a revolucionar nuestras vidas en muchísimos sentidos. ¿Por qué?, ¿cómo?, lo explicaré más adelante.

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