24 de noviembre de 2009

Parecon - Parte 1 (27 de 48)

¿Qué tan bien hace la planificación centralizada su tarea de distribución? ¿Producen sus operaciones desperdicios indebidos, fallas de comunicación, saturaciones, desabastos, y demás? La respuesta es bien sabida y un poco diferente de lo que fue públicamente asumido. La planificación central no puede ser eficiente a menos que los planificadores centrales conozcan las cantidades de recursos y equipo disponibles, conozcan las porciones en las cuales las unidades de producción pueden combinar los insumos para redituar en los resultados deseados, estén informados del valor social relativo de los bienes finales, tengan suficiente infraestructura de cómputo para llevar a cabo manipulaciones cuantitativas, y puedan imponer incentivos que induzcan a los gerentes y trabajadores a llevar a cabo sus tareas asignadas.

Pero, si concedemos generosamente esas suposiciones --lo cual no es menos razonable que conceder las suposiciones que los economistas hacen típicamente respecto de los mercados-- entonces debemos aceptar que los planificadores centrales podrían, de hecho, calcular un plan de producción eficiente y luego elegir inteligentemente de entre una variedad de opciones para decidir como asignar trabajadores a los puestos y como distribuir los bienes a los consumidores. En tales circunstancias, querría decir que los planificadores centrales podrían resolver exitosamente un enorme problema del tamaño de la economía, el de como maximizar el valor social de los resultados finales por medio del cálculo de cuanto de cada producto debe producirse a través de cada técnica que puede ser empleada para elaborar los productos. Los planificadores escogerían de entre todos los planes de producción que satisficieran las variadas restricciones que operaran en su economía, el plan que redituara la mayor valía del producto final según la evaluación de los planificadores del valor de los productos. Las suposiciones arriba mencionadas garantizarían que los planificadores calcularan un plan óptimo y fueran capaces de lograr que ese "plan óptimo" que calcularon se llevara a cabo.

Pero aún si la planificación centralizada puede teóricamente funcionar así de fácil y eficazmente, ¿permitirá que cada actor tenga la influencia proporcional apropiada en la toma de decisiones, o pondrá un poder excesivo en unas pocas manos y un poder minimizado en las de todos los demás? En todas las versiones de la planificación central:

  • El famoso proceso "baja/sube-baja/sube" es bajan preguntas, suben respuestas, bajan órdenes, sube obediencia.
  • La información cualitativa que es esencial para evaluar los resultados humanos nunca es generada, mucho menos diseminada.
  • Trabajadores conceptuales de élite --los planificadores centrales y gerentes de planta que llamamos coordinadores-- monopolizan la información técnica requerida para la toma de decisiones.
  • La única gestión que se le deja a las unidades de producción individuales es arreglárselas para cumplir las metas de los planificadores centrales usando los insumos asignados por los planificadores centrales mismos.
En otras palabras, los planificadores centrales recolectan información, calculan un plan, y expiden órdenes sobre la marcha a las unidades de producción. La relación entre la agencia de planificación central y las unidades de producción es autoritaria en lugar de democrática, y exclusiva en vez de participativa. Además, puesto que cada unidad está subordinada a la junta de planificación y cualquier agente superior siempre buscará medios efectivos para hacer responsables a los subordinados, se emplearán métodos de vigilancia y verificación para minimizar mentiras malhechoras e intentos elusivos. Para estos fines, los planificadores centrales designan y luego recompensan y castigan a los gerentes de acuerdo al desempeño de sus unidades en lugar de establecer procedimientos que le den el poder a bulliciosos comités de trabajadores. Lo que empieza como una relación totalitaria entre la agencia de planificación central y las unidades de producción termina extendiendose en una influencia dictatorial de los gerentes sobre los trabajadores. No sólo los trabajadores no tienen ningún voto sobre lo que producen ni los insumos que reciben para trabajar porque los planificadores centrales toman las decisiones de asignación de recursos fuera de las fábricas, sino que además los trabajadores tienen poca influencia sobre cómo usarán esos insumos para alcanzar sus cuotas de producción porque los gerentes de fábrica toman esas decidiones unilateralmente. La planificación centralizada en el mundo real por lo tanto impide que los trabajadores decidan como usar sus capacidades laborales porque su lógica requiere una jerarquía dominante.

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