En un cafecito en el que desayunamos en Cuernavaca, había un periódico publicado por la cámara de restauranteros del estado, y en él comentaban resentidos sobre un artículo del universal titulado El paraiso perdido, y alegaban no sólo estaba llegando la mala fama de la capital, sino que hasta los mismos cuernavaqueños que iban a bares y cafés, en la charla de sobremesa, en sus conversaciones privadas y personales, hablaban mal de México..., no, perdón, hablaban mal de Cuernavaca. Que había un problema de percepción que hacía que los habitantes locales, con esos temores y esa actitud, ahuyentaran a los probables consumidores capitalinos (veta menguante tras el asesinato del ex-jefe de jefes) pero lo que era peor, la misma población local salía menos y menos, todo en detrimento de la industria restaurantera, y a su vez de los niveles de empleo, y a su vez de la seguridad pública.
Recordé que la noche anterior salí a un oxxo para comprar agua y algunos artículos para lavar los biberones de Loana. Llegué, hice mi pedido desde la puerta pues después de cierta hora etcétera, y en lo que me lo surtían llegó una camioneta de lujo con música ranchera a volumen alto, y se bajaron della tres tipos malencarados, mal vestidos: con jeans viejos, playeras sin mangas y tatuajes en los brazos; me pareció que iban armados (pero bien podría ser que el los temas y la actitud de los habitantes locales me hubiera sugestionado), y pidieron recargas de celular de montos pequeños. En lo que los empleados de la tienda les pedían los números a los cuales abonar crédito me entregaron mi mercancía y salí corriendo hacia el hotel, con mi percepción seguramente equivocada de que tan sólo por estar ahí cerquita dellos acababa de correr un riesgo altísimo.
Ahora bien, se me hace fundamentalmente equivocado el planteamiento de: hablen bien, y así vendrá más gente a gastar su dinero, y así habrá más y mejores empleos, y así el crimen disminuirá; porque no importa qué tan bien hablen, si hay balaceras, si hay ejecuciones, si hay civiles inocentes asesinados en el "fuego cruzado", en la era de la información se filtrará la nota roja (y si no, el turista de a pie entrará en contacto directo con el riesgo como me sucedió a mí), y dejará de haber afluencia de cualquier modo. En realidad el planteamiento tendría que ser: las autoridades ya lograron mantener el órden público, ahora hablen bien, y así vendrá más gente a gastar su dinero, etc. Es decir, el primer paso no es hablar bien, sino lograr algo concreto, y ese algo es que se mantenga el órden, que los narcos dejen de matarse entre ellos, que los militares dejen las calles y las cedan a la policía, que los políticos legalicen algunas drogas y legislen respecto de los impuestos que se van a cobrar dese consumo, etc. Creo que si se despenalizarar y regulara el consumo de la marihuana y la cocaína, los precios se caerían y dejarían sin capacidad para armarse a las bandas que hoy en día las comercializan. El problema de adicción y salud pública persistiría, sí, pero ese se trataría a su vez con otros métodos, similares a los usados por ejemplo para combatir la obesidad (que no es mandándole al ejército a pepsico sino estableciendo un marco de operación y algunas campañas mediáticas).
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