Esta semana he llegado del trabajo y Loana quiere que la cargue, lo hago en cuanto termino de comer y está contenta entre mis brazos, pero ya está pesadísima, así que tras aprox quince minutos trato de sentarla o acostarla en algún lugar, para recibir una inmediata y enérgica protesta. Por lo general ese descenso coincide con la revisión y (casi siempre) el cambio del pañal, después de lo cual le doy su biberón y excepto si durmió mucho durante la mañana-tarde, se queda profundamente dormida. Suelo aprovechar su sueño para echarme una pestañita yo también. He descubierto que mi beba se despierta frecuentemente y se inquieta y se queja, pero si yo estoy ahí a su lado la tranquilizo abrazándola y acariciándole la espaldita con lo que vuelve al poco rato a dormir. Así la pasamos como hasta las siete y media/ocho que llega su mamá, entonces me levanto para preparar una papilla con frutas y cereal, que mi beba se come algunas veces con mucho gusto y otras la rechaza tajantemente. Luego nos metemos a bañar, actividad que se ha ido volviendo cada vez más divertida para los dos, ella cada vez más familiarizada con el agua y la rutina del enjabonado, se pone a darme palmaditas en el pecho, sonríe, estira sus manitas hacia el chorro de agua, vocaliza algunas cosas; yo cada vez más seguro y con más expresiones que sé que le causan desde una leve sonrisa hasta una carcajada, dependiendo del estado de ánimo en que esté. Luego de bañarla ayudo a su mamá a envolverla en toallas, y mientras mi musa la seca, le pone crema, ropa de dormir, la peina, la acicala y juega con ella, yo me visto y voy a prepararle el último biberón del día; normalmente se lo acaba y se queda dormidita. Dentro de no mucho empezará a ir a la guardería y cambiará la rutina por completo, debo estudiarme el reglamento para entregarla y recogerla, pues probablemente sea yo el que la lleve y traiga de vuelta a casa.
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