27 de septiembre de 2010

Carne asada maldita

El domingo fuimos invitados mi musa, nuestra pequeña y yo, a una carne asada en el centro ceremonial Otomí, en Temoaya, cerca de Toluca. Yo la verdad tenía pocas ganas de ir, no voy a decir que me embargaba una sensación premonitoria pero sí una enormísima hueva y falta de ganas, casi casi sentí como cuando de chiquito me llevaban a fuerzas a algún lado. Pensé en zafarme, en decir que yo no gracias, que mi musa, si quería, ella sí podría ir con alguno(a) de sus hermanos(as) y llevar a nuestra cría, etc. Pero cerré la boca porque hemos estado súper bien desde hace ya un rato y quería evitar conflictos, así que decidí acompañar con la mejor cara posible a mis damas.

Salimos al cuarto para las once, nos fuimos en caravana, íbamos cuatro coches (ya allá veríamos a los demás), al poco rato cruzamos periférico y seguimos hacia el norte por una ruta que me es imposible recordar, Loana se quedó dormida y empezamos el ascenso por una carreterita pueblera llena de curvas y baches. En cierto punto el que iba a la cabeza de la caravana nos dejó a todos atrás y reasigamos líder, y la seguimos. Resultó que nuestra nueva lider se perdió. Dio una vuelta equivocada y nos adentramos en la montaña por otra carreterita llena de curvas y baches y enormes rocas caidas de la pared del cerro. Nuestra nueva guía tardó aprox 30 minutos en sospechar que algo andaba mal y detenerse a pedir informes. Mientras tanto Loana se había despertado, y con tantas vueltas y tantos baches y los movimientos para esquivarlos vomitó su desayuno.

Pobrecita de nuestra beba, estába pálida y se le veía el malestar, y sin embargo se portó súper noble y valiente, no lloró, trató de levantarle la moral a mi amada compañera con ruiditos y grititos, pero, más curvas, más baches, más volantazos: más vómitos, más malestar, más angustia de su mamá y mía, más mentadas de madres por haber tomado la estupidísima decisión de ir. A mí, de ver por el espejo la carita de Loana toda indefensa y malita me dieron ganas de llorar y un coraje infinito, iba odiando jarochamente a la conductora que nos guíaba, sobre todo porque para regresar al punto del "error" volvimos a manejar treinta minutos. Nos detuvimos, mi amada cambió de ropita a la beba que ya para entonces tenía el estómago vacío y ya no iba a vomitar más, los demás conductores solicitaron orientación a unos locales y volvimos a partir.

Pues resultó que en otro cruce otra vez nuestra guía volvió a perderse. Otra vez media hora antes de preguntar, y otra vez media hora en volver a la ruta correcta. Total que hicimos tres horas y media al bendito centro ceremonial de mierda. Íbamos entrando a eso de las dos y cuarto.

Una vez ahí, llegó toda la banda, entramos, nos instalamos en un bosquecito donde hay asadores y largas mesas y bancas de cemento, preparamos brevemente las viandas y nos pusimos a departir. Loana comió dos gerbers, porque tenía el estómago vacío la pobre, además probó un poquito de queso, y unos trocitos de bistec. La carne rica, la compañía agradable, pero lo mismo hubiéra estado rica la carne y buena la compañía en casa de alguno de los participantes del banquete... Irnos a meter a ese lugar hacia el que nadie sabía llegar y del que, como se verá, nadie sabía partir, a fin de cuentas no fue buena decisión, creo yo.

Como a eso de las cinco de la tarde, dos horas y media después de habernos instalado, pasó un ñor a avisarnos que ya iban a cerrar, y que ps nos fuéramos yendo por favor. En lo que guardamos todo y nos fuimos dieron las seis, otra vez en caravana pero ahora como de 10 coches, la ruta iba a ser vía Toluca, para evitar carreteritas puebleras con cientos de curvas y un asfalto como si acabaran de bombardear. Resultó que el nuevo guía se perdió, y otra vez tardó media hora en aceptarlo y preguntar (mientras tanto la mitad posterior de la caravana si dio bien su vuelta y dejó de seguirnos). Luego el líder designado también nos dejó y seguimos otra vez a la líder mañanera que ya tan mala suerte había tenido. El resultado: se volvió a perder, y perdimos otra hora. Al final llegamos a casa a las diez, con una Loana súper inquieta que hizo pipí varias veces, y que con todo se portó de manera excepcional.

Mi parecer es que la caravana iba desorganizada, creo que debería haber ciertas reglas, en las que uno va cuidando que el de atrás no se le desaparezca, e intentando mantener en el campo visual al que va adelante, o también una regla para que el que va a la cabeza pregunte en cuanto desconozca, si va por el camino correcto o no. No sé, díganme mamón, pero yo no vuelvo a ir a nada así, a perder siete horas y media manejando, a dejar mi suspensión en el camino, a estresar de más a mi hija, y a mentar madres y sentir una frustración agobiante. De momento sólo iré si el camino se puede recorrer en menos de una hora, y/o cuando pueda acompañarme alguien que pueda garantizarme que conoce personalmente el camino.

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