4 de septiembre de 2010

Enseñar a amar el conocimiento, ¿pero cómo?

Voy en la recta final del de El valor de educar, librito muy bueno que echa una mirada al tema de la educación y ofrece orientadores comentarios y perspectivas ilustradas. Todo desde un punto de vista super general, pero al mismo tiempo con un marco filosófico muy sólido. El capítulo 3 se titula El eclipse de la familia, y no es una lista de quejas y agravios contra la sociedad actual ni contra el desplazamiento de las mujeres de la sumisa posición de amas de casa (exclusivamente) a la fuerza laboral. No, en ese capítulo describen cómo es que se da la educación en la familia, en los años más tiernos de la vida de los niños. Se da con el ejemplo, y el problema de que los niños estén solos la mayor parte del tiempo es que sustituyen ese ejemplo que deberían darles los roles paterno y materno, con los roles que ven en la tele.

La tele no es vista en ese capítulo como la caja idiota, o estúpida, sino como una gran herramienta de enseñanza, cuyo control por desgracia permanece en ciertas manos inescrupulosas que no la usan adecuadamente, pero estando la situación como está, el problema de la tele es que enseña demasiado (sexo, violencia, bienes materiales, etc) y la inocencia de los pequeños se ve destruida en poco tiempo. Por otra parte, si los niños no fueron educados de manera básica en casa, la escuela recibe una carga extra y mayores dificultades para llevar a cabo su programa de educación.

El cuarto capítulo se titula La disciplina de la libertad, y justifica cierta tiranía que se ejerce sobre los niños para que enfoquen su atención a lo que pide el profesor, explica porqué es necesario ejercer algo de coaxión sobre los pequeños para que se dediquen a actividades no del todo placenteras (aunque tampoco aborrecibles). Discute un poco sobre aquello de enseñar jugando, o aprender jugando, y comenta que si bien el juego puede ser una gran herramienta didáctica, no puede educarse a un niño en todas las materias escolares sólo jugando. Llega a una conclusión que me parece bastante buena, que los profes deben hacer todo lo posible por amenizar sus clases y lograr una experiencia agradable equilibrándolo con lograr que los alumnos aprendan y se ejerciten en lo que se les ofrece. El profe debe seducir a sus alumnos respecto de la materia que les enseña, pero sobre todo, debe transmitirles un gusto por investigar y por saber... En fin, seguiré reseñando este libro en el siguiente post de lecturas.

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