13 de septiembre de 2010

Definición del arte y más valor de educar

Tal vez estoy en un gran error y el espíritu de los libros por leer me lo cobrará en el futuro, tal vez como el perro que persigue su propio rabo estoy dando vueltas a lo menso, el hecho es que estoy volviendo a leer el de La definición del arte, de Umberto Eco (¿por tercera, cuarta vez?). Eco es uno de mis escritores favoritos en novelas (ficción), las cuales he leído varias veces en varias lenguas, pero también es uno de mis favoritos en filosofía del lenguaje, semiótica, y variados otros campos del conocimiento. Es uno de esos autores que antes de proferir lo que sea respecto de cualquier tema leen todo lo que del se haya dicho desde la antiguedad hasta nuestros días, o tal vez tienen tan presentes sus abundantísimas lecturas desde la adolescencia que cuando leen algo "nuevo", saben en qué otros marcos hubo aproximaciones o analogías interesantes. Como sea, me gusta mucho volver a Eco, de hecho me encantaría darle otra repasada a sus novelas... A propósito, debo recuperar mis copias prestadas, ya veré cómo hacerle.

Del libro anterior, El valor de educar, el capítulo cinco se titula: ¿Hacia una humanidad sin humanidades? En él Fernando Savater critica la noción de humanidades Vs ciencias exactas y tecnológicas, de hecho, humanidades originalmente era un término que abarcaba también a las matemáticas, la física, y la química, etc, pues el concepto se oponía al de estudios de religión. Todo aquello que no tenía que ver con lo divino, con Dios, con la doctrina y el credo, todo lo que de algún modo era conocimiento adquirido y compilado por seres humanos (sin intervención divina), eran los estudios humanísticos o humanidades. En algún momento opina más o menos lo siguiente: "como si fuera menos humano estudiar computación o cálculo" (que filosofía y letras p.e.). Total que no importa tanto el plan de estudios, y que en ellos falte o sobre filosofía, lo que importa para que una educación sea humanista es algo más general, como impulsar "la búsqueda racional de la verdad", "aprender a discutir, a refutar y a justificar lo que se piensa", "potenciar la capacidad de preguntar y preguntarse", y "fomentar la lectura y la escritura".

El capítulo sexto se llama: Educar es universalizar. En él F.S. hace un llamado a no discriminar a nadie de la educación, ni por raza, sexo, complexión, estrato económico, etc. Menciona que la educación ha sido a lo largo de la historia un modo de segregar, y opina que eso debe de quedar atrás. Luego habla sobre las "raices", pero descarta la concepción de las mismas como un diferenciador localista por el cual un grupo de gente es mejor o distinta que los demás, las "raices" son lo que todos los seres humanos tenemos en común (el uso del lenguaje, la racionalidad, las sensaciones de hambre, frío, etc), y luego están las particularidades, como el follaje y los frutos de los árboles... En resumen, el capítulo habla de que se debe educar para una democracia pluralista. Y no de modo nacionalista o xenófobo o excluyente.

Al final viene un epílogo, en formato de carta a la ministra (de educación), en la que justifica el libro. Y al final final, hay un apéndice con un montón de citas de grandes filósofos y pensadores que mencionan el tema de la educación.

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