14 de junio de 2011

Para que el socialismo funcionara

En una ocasión, escuchaba no sin cierto escándalo a un escritor que colaboraba en la revista Picnic, decir que no sabía porqué, pero todas las revoluciones llenas de buenos deseos y valores como la igualdad, el beneficio común, etcétera, terminaban siempre en dictaduras opresivas. No me gustó lo que dijo, y estuve algún tiempo pensando e investigando, y al final tuve que concluir que tenía razón. Por lo mismo no me entusiasma ningún movimiento que quiera tomar el poder con las armas, arrebatándoselo a los que lo mal ejercen en la actualidad, porque si bien tras unas décadas o hasta un siglo puede dar resultados como los vistos en Francia (que en realidad, después de la caída de Luis XVI entró en una etapa de terror en la que cualquiera podía ser guillotinado tan sólo con que un vecino dijera que tenía ideas monárquicas, etapa que desembocó en Napoleón).

Décadas después de las revoluciones, decía, y tras una dictadura de mayor o menor duración, las cosas se acomodan para empezar elecciones, y todo el atole con el dedo que son las democracias representativa, que en muchos aspectos son más eficientes que las monarquía, además de proveer la ilusión de un control electoral por parte del pueblo sobre sus gobernantes. Pero vuelvo al tema inicial, ¿por qué se da esa conclusión dictatorial de las revoluciones armadas?, en ese entonces no lo sabía, pero luego leí a Michael Albert, y supe, es por culpa de la clase coordinadora. Marx hizo una división de clases entre los capitalistas y el proletariado, poniendo en esos dos extremos, al 2% que son propietarios de los bienes de producción industrial o agrícola (fábricas, tierras, etc), y al 78% de los que sólo son dueños de su tiempo y su fuerza, y se ven obligados a trabajar para los capitalistas para poder llevar comida a sus casas.

Lo que NO dice el buen viejo Marx, muy probablemente porque su análisis, avanzado para su tiempo pero al fin de cuentas primitivo, es que entre las dos clases hay otra clase que sirve de buffer, de amortiguador, la del 20% de coordinadores. Esta clase, está empoderada, tiene estudios, suelen ser gerentes o directivos de área, doctores, abogados, editores, y toda una gama de profesionales, que pueden aspirar a convertirse en capitalistas, o que llegado el caso de que los capitalistas dejaran de estar ahí (como sucedió en el antiguo bloque soviético) por una desprivatización de los bienes de producción, bien pueden hacerse cargo y seguir cumpliendo con las órdenes y coordinar a la fuerza de trabajo. Esos coordinadores, muchas veces inconscientemente y con buena voluntad, son los que alborotan a la plebe y los llevan a cometer barbaridades, y luego, cuando ya no hay quien mande, cuando ya no hay autoridad, son los que se apuntan para mandar "en lo que el resto de la población está preparado". Claro que el resto del pueblo, encadenado ocho horas a cadenas de montaje y otras máquinas embrutecedoras, al final de su jornada ya no quiere más que olvidarse, y así, nunca terminan de prepararse para compartir el poder con los coordinadores (y estos después de un tiempo no quieren perder sus privilegios, así que tampoco fomentarán la preparación efectiva del proletariado).

Ahí está el mayor y más contundente enemigo del socialismo, el cual para funcionar debería de tener a toda su población preparada, debería de ser gobernado horizontalmente, y repartir toda la carga de trabajo entre todos los habitantes de modo equiparable, y todo lo que se dice en Parecon, etc.