Algunas veces pareciera que aun cuando cada actividad, experiencia, y relación individual dentro de la vida tienen su sentido, la vida en su conjunto no. Cada una de nuestras actividades, experiencias, y relaciones, son parte de un todo, y pareciera que ese todo no va hacia ningún lado. (Nagel 1987:96) Si le damos porciones de nuestra vida a una causa social, entonces ese tiempo tiene valor sólo si dicha causa tiene valor. Si nuestra causa se demuestra falsa, entonces perdimos nuestro tiempo. Nuestro esfuerzo es parte de la causa, y sólo tiene valor si el todo tiene valor.
Sin embargo, no todo el valor es instrumental como el recién mencionado. Algunas actividades, experiencias, y relaciones son inherentemente valiosas; no dependen para tener valor de ningún todo del cual ser una parte. Por ejemplo, la relación de alguien con sus hijos, mientras que es importante para el crecimiento de los pequeños, también es valiosa en sí misma. Algunas cosas simplemente importan en sí mismas y no por alguna meta futura que cumplir. Somos engañados, como antes, al entender el sentido como propósito.
La fidelidad al marco de los propósitos está detrás de la queja de Tolstoy de que la muerte impedía que la vida tuviera sentido. Debemos renunciar a dicho, cómodo pero engañoso, marco conceptual, y buscar, en lugar de eso, lo que importa inherentemente.
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