Hay momentos en los que me enojo con D por alguna trivialidad. Por supuesto en el instante no sólo no es una trivialidad, sino que se le añaden razones-de-peso por las que el acto de mi musa es ofensivo, incluso inmoral, y diré más, personal. Ayer en la mañana fue una de esas veces, me levanté a la cocina, puse café y calenté un cuarto de la tortilla con patatas que me había quedado rejodidamente rica el día anterior. Le llevo el plato a la cama con su salsa preferida y me recibe una mueca de disgusto, le duele el estómago, ya se tomará un yogur. Se acabó el mundo (minúsculo) de mi paciencia (semi-inexistente). Ofendido retiro el plato, le llevo su lácteo y me voy a comerme el huevo frente a la computadora mientras leo noticias y rumio mi enojo internamente: que si se echará a perder el último trozo, que si ya antes algo parecido, que si el dolor destómago no era más que una cohartada caprichosa, etc. Para colmo oigo el encendedor, un cigarro, ¿no que le dolih...? Me garga la chingada.
Conclusión, soy un neurótico. Porque, si no es mucho preguntar, ¿qué busco cuando adopto la postura del ofendido? Revisando todas mis razones-de-peso, finalmente ninguna es sostenible apenas pasadas unas horas, a menos que quiera aferrarme neciamente, y de todas formas ninguna de ellas me responde la pregunta. No puedo buscar aleccionar a mi musa, sería simplemente impropio puesto que las lecciones se dan bidireccionalmente, de mutuo acuerdo, en un terreno de igualdad argumentativa, de manera no cohercitiva, y a veces hasta inconscientemente. No puede ser que busque tener la Razón, cuando incluso si tal cosa existiera lo que hay entre ella y yo es mucho más grande que el universo lógico. ¿Busco acaso oprimir?, ¿entre nosotros? Sería simplemente monstruoso.
Es curioso que nuestro primer enfrentamiento con este fenómeno fuera hace casi dos años, mientras discutíamos con respecto al instinto moral nitzcheano, y es irónico que me tomara ese tiempo entender más al respecto. Desde la perspectiva individual, lo que uno hace se tiene por bueno, el rechazo es por tanto es visto como rechazo a lo bueno. Entonces surge el animal moral que quiere demostrar su bien y condenar su mal.
En adelante el truco estará en descubrirme al iniciar la defofensiva, en trivializar las razones-de-peso lo más posible, en no tomármelo personal (las peleas son lo más personal que existe), y en seguir adelante. Sé que es más complejo, y espero entender más conforme vivo.
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