25 de marzo de 2008

¿Política contemporánea?

Si gran parte de las letras con que me nutro a diario hablan de política (nacional e internacional), ¿por qué he decidido no comentar aquí con respecto a esos acontecimientos o lecturas? Para empezar porque hay excelentes columnistas que ya hablan de esas cosas con gran exactitud y detalle (ver Astillero y Bajo la Lupa, en castellano). Para seguir porque creo que los partidos e instituciones tienen tres fines: mantenerse en operación, lograr el mayor poder posible, y promover algunos valores (casi siempre sólo en sus discursos); en ese orden. Y también porque mi idea de política es muy diferente de convertirme en un representante o votar por aquel que prefiero, de entre los que me son ofrecidos como representantes.

Según lo que entendí de unas copias de un texto de Guattari que leí hace tiempo, los humanos construimos máquinas simbólicas (somos seres maquínicos), entre ellas están las instituciones. Lo curioso es que muchas de esas máquinas una vez establecidas se vuelven de algún modo autopoieticas, es decir se autogeneran y expanden. Así, mucho del input energético se emplea para sostenerse, defenderse, y de ser posible multiplicarse. No sé si el problema es que al crearse nunca se plantea la muerte de las instituciones, o si es algo inherente a la autopoiesis, pero siempre llega el momento en que lo establecido ya no es útil o incluso se vuelve una carga para el resto de la sociedad. ¿Se le sale de control al demiurgo su creación?

Así pues, hablar de las voraces instituciones esclerosadas y sus ambiciosos representantes no me parece interesante. En cualquier caso, prefiero hablar de la creación de nuevas máquinas sociales que permitan el acceso a información y métodos relevantes a los individuos dispuestos a participar en ellas. Es decir, me interesa hablar de política, como rama filosófica para el que busca el mejor arreglo entre ciudadanos, pero no de las mentiras de los demagogos despilfarradores del herario que existen en nuestra actualidad en todo el mundo.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Bueno, como sea sería más o menos interesante que comentaras los acontecimientos, ¿por qué no? Ps total. Hablar de lo podrido de las instituciones no es necesariamente una ocupación ociosa, como protenden los cínicos que dicen que las intituciones no sirven para nada, casi siempre concluyendo que habría que abolirlas o reinventarlas todas ellas; y enseguida se olvidan dello y continúan con la inercia de su cotidianeidad como si nada.

Además el tomar consciencia de la "podredumbre de las intituciones" -y no todo está podrido en ellas (¿cuáles?)- nos sirve por lo menos para reafirmar nuestras convicciones.