20 de diciembre de 2008

De legitimidades y otros fantasmas

Creo que todos aspiramos de alguna u otra manera a la legitimidad. Es por eso que los guaruras de los ricos (o los policías y militares de los políticos) no se deshacen simplemente de sus amos y usurpan el poder/dinero. Todos queremos tener la razón cuando actuamos, queremos legitimarnos con algún razonamiento o creencia superiores a nosotros.

¿Porqué ese afan de estar justificados para hacer?, en mi caso, por ejemplo, creo que hago buen uso de la razón y que puedo dirigir sin mayores recursos mi vida y mis intereses. "Si sólo me afecta a mí no necesito legitimarme", decía hace algún tiempo, pero ¿cómo distinguir lo que sólo le atañe a uno? ¿No conformamos redes sociales con nuestros seres cercanos y de algún modo son tocados por nuestras decisiones? Entonces si me afecta mayoritariamente a mí, necesito menos legitimación que si nos trastornara a todos por igual, pero de este modo ya no puedo dejar de lado la necesidad de alguna ponderación. De hecho la primera oración es falsa no sólo desde el punto de vista de la imposibilidad de no afectar a otros, sino también desde el punto de vista de que cuando sólo me afecta a mí, me tengo que justificar aunque sea ante mí; juez indulgente y tendencioso pero al fin y al cabo juez.

Y claro que esa necesidad de legitimidad es más fuerte mientras más personas se involucran. Si ya entre dos es complicado, imaginemos en grupos más grandes. Por eso se han creado toda clase de estructuras e instituciones legitimadoras a lo largo de la historia, aunque ninguna como la razón. Si después de seguir el discurso de un "individuo legitimizado" me sigue pareciendo ilógico, abusivo o incluso irracional, el personaje y sus palabras pierden automáticamente ante mí cualquier autoridad.

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