Regreso sufrido intensamente

Otra cosa que me frustró terriblemente durante mi regreso de Colombia, fue un impuesto para salir del país de 33 dólares o 76mil pesos colombianos. Sucedió que según yo, había calculado perfecto mi presupuesto en efectivo (me gasté en libros y café todo excepto la tarifa del taxi del hotel al aeropuerto), así que cuando me pidieron el pago del dichoso impuesto yo no tenía ni un centavo extra, ni en dólares ni en pesos colombianos. No, no se podía pagar con tarjeta. O conseguía el efectivo o no salía de Colombia.

Fui a buscar un cajero automático, en un aeropuerto no podían faltar. Y aunque los colombianos han sido colonizados por los mismos bancos que a nosotros, siempre puede darse la posibilidad del rechazo de la tarjeta. La metí en la ranura de un BBVA con mucho temor, el cajero me pidió el código de seguridad y me aflojó la lana que necesitaba. Volví a la fila de documentación, hice mi pago y corrí porque ya iba tarde. Pasé tres filtros de seguridad (lo que me disuadió de volver hacia las tiendas a gastarme mis últimos veintitantos mil pesos de cambio) y llegué finalmente a la sala de abordar de donde al poco rato hicieron salir a los pasajeros para volver a revisar nuestras maletas de mano.

Durante la espera de media hora que siguió, empecé a ver un churro distópico gringo del acervo del disco duro de Rodrigo, filme llamado Red Dawn, con Charlie Sheen y Patrick Swayze, en el que los rusos (cubanos, bolivianos y ecuatorianos) invaden a los EU y meten a los habitantes a campos de concentración o los ejecutan como escarmiento. Los jóvenes americanos rurales se vuelven entonces heróicos partisanos guerrilleros que combaten ingeniosamente al invasor que los supera abrumadoramente en equipo militar y número de efectivos. Volé dormido en un asiento incomodísimo y entre dos desconocidos.