30 de octubre de 2009

Agonías naturales y carnes finas

Retomaré por un par de posts más el tema carnívoro. La cotidianidad me absorbe y no he podido revisar a fondo los anteriores textos carnívoros, ni sus respuestas; de verdad me gustaría hacerlo para responder bien y en forma. Aquí trato de hacer una síntesis.

La acusación de nazi ante la que protesté con la serie de posts carnívoros no provino en sí del video de los pollitos masacrados recién salidos del cascarón, sino de otro video, uno de un sitio llamado chooseveg sugerido en aquel otro que muestra el polloholocausto, en ese sitio provegetarianismo hay un video en el cual sacrifican reces "kosher" (link también a youtube porque la página de chooseveg está en asp's y fuera de windows podría no verse bien).

Lo irónico de todo este asunto, es que supuestamente la costumbre (o ley, si eres judío practicante) kosher fue originalmente, entre otras cosas, para dar una muerte más "humana" a las bestias que habían de convertirse en comida. Pero las leyes kosher se instituyeron hace un par de milenios, en la era de bronce; en ellas se indican los procedimientos que deben efectuarse para sacrificar a los animales, y disponen, precisamente, que hay que cortarles la garganta como lo hacen en el "inhumano" video arriba linkeado.

Ahora bien, cualquiera que haya ido alguna vez a los toros, o a los gallos, o que haya visto agonizar animales heridos de muerte por otros animales (recuerdo particularmente cómo un caballo sobre el que yo iba montado mató de una patada a un perro), sabe que la muerte casi nunca llega fulminante como en las películas de acción.

Por lo general el cuerpo agonizante se resiste a la muerte con todas las fuerzas que le quedan. Las fuerzas se van desvaneciéndo y el animal se echa, debilitado pero todavía alerta, y así permanece hasta que a) se lo comen sus depredadores, b) lo remata algún piadosísimo humano, c) la muerte termina de llevarse su "conciencia" y bajan los buitres y se lo comen. Normalmente, incluso cuando los órganos vitales han dejado de funcionar, el cerebro de la pobre bestia sigue funcionando algunos minutos mientras se apaga, y se percata perfectamente de la paulatina e inevitable llegada de su fin.

Justo así es como la mayoría de las personas moriremos algún día (tal vez por eso el Choco sentenciaba: we are all gonna die horribly). Supongo que morir de viejo en una cama y de preferencia durante el sueño (y con los menores achaques posibles) es lo que todos quisiéramos, o ya de perdida como el de Les invasions barbares: morir en compañía de sus mejores amigos con unas cuantas inyecciones de heroína; o tal vez hasta morir como El paciente inglés pero sin todas sus quemaduras.

Todo eso está muy bien, el bien morir, y demás. Sería magnífico que fuera según nuestros designios. Pero eso sí, nada sustituirá nunca a que el fin sea hasta después de una buena vida, de haber vivido bien y de haber disfrutado. Ya que, sin este último componente no hay buena muerte que valga.

Dos ejemplos en mi vida:

1.- El mes pasado pude irme a un restaurant de cortes argentinos con mi amada compañera y saborear un delicioso bife de chorizo jugosísimo, mientras en mi mente al mismo tiempo aparecían las imágenes del video linkeado al principio deste post sin sentirme ni asqueado ni culpable ni mal ni nada, y sin dejar de disfrutar la textura y el sabor en mi paladar. Todo lo anterior sin considerarme un cínico, ni un nazi despiadado.

2.- Una semana después de 1 fue el baby shower mixto de mi beba próxima a nacer [BREAKING NEWS: MI BEBA ACABA DE NACER EL 29 POR LA NOCHE] y hubo parrillada de bisteces; resultó que no comí carne en esa ocasión, en parte por moderación (que es mi producto) y en parte por mamón, por fino, porque me gusta la carne suave, tierna, jugosa, y sabrosa, y no las suelas de zapato que suelen hacer pasar por comida acá en México en los asados domingueros caseros.

No ignoro los males deste mundo, si un consumo desmedido de 'lo que sea' lleva a horrores como los de los pollitos o de las reces kosher, o hasta a muertes y torturas entre humanos, no culpo deso a 'lo que sea', ni al consumo mismo, como si pudiéramos vivir sin consumir (los alimentos los consumimos, ¿no?), sino que culpo a lo desmedido.

Los amigos italianos de mis papás que eran niños en la postguerra mundial, me platican que sólo comían carne cuando el pater famiglia se decidía a matar al pato o a alguna gallina, o llegaba una buena suma de dinero y podían comprar un cerdo o ya de a tiro carne de res, y eso casi nunca sucedía más de una vez al mes. Claro, se debía a la carestía que prevalecía en esa tierra en esos tiempos, muy diferentes de los de la Europa de hoy en día. Pero si voluntariamente pudiéramos moderarnos y consumir en las mismas proporciones que nuestros abuelos o bisabuelos hace 70 años, y nos organizáramos, podríamos bajar la demanda de algunos bienes y presionar por mejores prácticas a los productores. De ese modo yo podría seguir disfrutando de unas rebanadas de jamón serrano cada seis meses o un año, pensando en la vida paradisiaca (abundante, alegre y limpia) que se le dio a esos sabrosos cerdos, y la dulce muerte que ni siquiera sufrieron y que les llegó junto con una inyección de placer orgásmico. No sé si eso le añadiría placer culinario a mi prosciutto de Parma; tal vez sí una sensación de rectitud y superioridad moral, o tal vez una aparente limpieza en mi acto... Y finalmente, ¿por qué creer que la abstinencia o la prohibición son mejores ejémplos morales y/o más difíciles y/o virtuosos que un consumo moderado?

1 comentario:

óscar dijo...

Ya suena mucho mejor la argumentación. En efecto, y como te lo aclaré posteriormente, yo también consumo productos de esa misma industria. Para mí el pedo fue que calificaste ideas perfectamente racionales con ideas religiosas. Ahora, las religiones tienen una lógica racional. Pero tienen también caraterísticas irracionales, que no comparto, como por ejemplo, el dogma, que no debe ser cuestionado, debe ser aceptado; las religiones difícilmente incorporan los últimos avances científicos, porque creen en la santidad de ideas místicas de hace mil o tres mil años. Y nuevamente, esas viejas y venerables ideas son racionalizaciones con la mejor información disponible entonces. Tons mi decisión de boicotear esa industria -cuan parcialmente- es una decisión racional, tomada con base en la mejor información. Pero no tiene nada de religioso. No se trata de un dogma incuestionable.

En cuanto a la moderación, eso ya suena muy bien.