En un cierto punto del desarrollo de los medios de producción e intercambio, las condiciones bajo las cuales producía e intercambiaba la sociedad feudal, la organización feudal de la agricultura y de la industria manufacturera, en una palabra, las relaciones feudales de propiedad, se volvieron incompatibles con las ya desarrolladas fuerzas productivas; se conviertieron en otras tantas cadenas. Debían desaparecer; desaparecieron.
Su lugar lo ocupó la Libre Competencia, acompañada por una constitución política y social adaptada a ella, y por la inercia económica y política de la clase burguesa. Pero la "Libre Competencia" nunca fue nada más que una aspiración de la sociedad burguesa, que constantemente experimentaba la preferencia intrínseca de los capitalistas por el monopolio. La propiedad burguesa fue ejemplo del concepto de monopolio, negando en el nivel de las disposiciones prácticas el dogma de libertad que la ley burguesa de manera inconsistente proclamaba. Así, mientras en la nueva sociedad digital, los creadores establecen formas de actividad económica genuinamente libres, el dogma de la propiedad burguesa entra en conflicto con el dogma de la libertad burguesa. Proteger la propiedad de ideas requiere suprimir la tecnología libre, lo que conlleva la supresión de la libertad de expresión. El poder del Estado se emplea para prohibir la creación libre. A científicos, artistas, ingenieros y estudiantes se les impide crear o compartir conocimiento, con el argumento de que sus ideas vulneran la propiedad de los dueños del sistema de producción y distribución cultural. Es en los juzgados de los propietarios en donde los creadores encuentran claramente su identidad de clase, y es allí, consecuentemente, en donde comienza el conflicto.
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