28 de octubre de 2009

Parecon - Parte 1 (24 de 48)

¿Qué implicaciones tienen las divisiones laborales corporativas para con la solidaridad? La división en circunstancias y en poder diferentes entre tú y yo no conduce obviamente hacia la empatía entre nosotros. Si hacemos esas diferencias sistemáticas, con, digamos, 20 por ciento monopolizando el trabajo mejor y más empoderador, y 80 por ciento mayoritaria o exclusivamente haciendo lo que se les indica --la solidaridad entre aquellos que mandan y aquellos mandados sufre una muerte rápida pero dolorosa. Peor, supongamos, tal y como es generalmente el caso, que una vez que existe una división laboral corporativa esta se extiende en una división de clases más amplia y penetrante. Aquellos por encima de cierto corte en la jerarquía empoderada están en una clase, la cual define y controla en gran parte sus propias circunstancias y las circunstancias de aquellos más abajo, y quienes están debajo de ese corte son parte de otra clase, la cual obedece órdenes y obtiene lo que sus miembros pueden sacar a cuentagotas. Las conductas, estilos de vida, vestidos, hábitos, e incluso lenguajes de las dos clases entran en oposición. Una clase monopoliza la información, el entrenamiento, el conocimiento, el estatus asociado, y las gratificaciones de la expresión y la actuación, además de todos los ingresos que puede tomar para sí misma por medio de su inflado poder de negociación. La otra clase, excluida de la educación y controlada por actividades entumecedoras, se arrastra detrás con ingresos y poder de negociación marginales, ya sea doblada en sumisión, o, si es avivada por su apremio, enojada y rebelde. La clase coordinadora ve despectivamente a los trabajadores como a instrumentos con los cuales lograr que se hagan las cosas. Encara a los trabajadores de forma paternalista, considerándolos como necesitados de guía y supervisión y como carentes de las mejores cualidades humanas que justifican tanto insumos autónomos como mayores ingresos necesarios para sostener gustos más caros. Los trabajadores responden viendo a los coordinadores como bien educados y confiables --lo que de hecho generalmente son-- pero también como arrogantes, snobs elitistas carentes de sentimientos humanos y solidaridad. O pueden darse cuenta de que las diferencias en talentos, conocimientos, y confianza derivan en su mayor parte de circunstancias ampliamente distintas en la vida doméstica y la escolaridad, y por supuesto en la división laboral que literalmente impone resultados jerárquicos independientemente de los verdaderos potenciales y capacidades de las personas. De cualquier modo, tal y como podrían darse cuenta, esas diferencias no justifican de ninguna manera las diferencias de ingresos y poder. Pero en cualquier caso, o en cualquier mezcla de percepciones más conflictiva y ambivalente, la solidaridad es obstruida por tal división de clases, y la hostilidad y la supervisión crecen en su lugar.

¿Que hay de la equidad? Si tenemos una jerarquía de empoderamiento, podemos predecir con confianza que aquellos que están arriba usarán su poder diferencial para desviar los ingresos hacia su propia ventaja material. ¿Porqué? Imaginemos que algunos tipos tienen mejores condiciones y más control debido a una división laboral jerárquica. ¿Decidirán entonces dichas personas que se merecen más ingresos por estar más educados, más informados, y por tener más responsabilidades, igual que para alimentar sus más refinados gustos y deseos? ¿O acaso decidirán que los exaustos y menos educados trabajadores que soportan peores condiciones merecen más ingresos por su mayor sacrificio?

La razón por la cual las divisiones laborales jerárquicas obstruyen la equidad material es que la única forma para que aquellos que están más arriba vean que aquellos que están más abajo en la jerarquía merecen más paga sería que sintieran que aquellos de más abajo están sacrificándose enormemente debido a sus peores condiciones y a su menor empoderamiento. Pero si yo estoy en la cima y concuerdo activamente con que aquellos más abajo de mí están sufriendo, entonces para mantener el respeto propio tendría que preguntarme si no estoy siendo injusto al estar en la cima. La forma para que en vez de eso yo me sienta bien al estar por encima de otros es decirme que pertenezco al nivel superior al de ellos y que ellos pertenecen al nivel inferior. Llego así a la conclusión de que aquellos que están desempoderados son idóneos sólo para obedecer. Están cómodos y son apropiadamente utilizados cuando son obedientes. Serían unos peces fuera del agua y harían un desastre de los resultados económicos si se les obligara a soportar más responsabilidades. Nosotros que estamos en la cima estamos cómodos y somos apropiadamente utilizados en nuestro estado más alto, a pesar de tener que aguantar tremendas responsabilidades. Pertenecemos aquí y la sociedad nos necesita aquí, y tanto para estar cómodos y ser capaces de actuar en todas estas responsabilidades como para que podamos disfrutar mejor de las cosas más buenas de la vida que nuestros gustos refinados desean, necesitamos ingresos extra. Los otros no los echarán de menos, así que démosnoslos a nosotros mismos, por supuesto. Esa es la lógica que traduce predeciblemente diferencias persistentes de poder en diferencias paralelas de los ingresos.

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