17 de diciembre de 2009

Disminuyo pero no paro (ni pararé) de leer

Mi ritmo de lectura ha bajado pronunciadamente. Ahora ya casi no entro al baño (uno de mis lugares predilectos de lectura), el tiempo que estoy fuera de casa por lo general ya está programado o vendido, así que más allá de los titulares del periódico vía internet tampoco tengo tiempo de leer tanto. Y cuando estoy en casa y no estoy en el baño, en realidad trato de mantener tranquila a Loana y de observarla y aprender della para entender cada vez mejor qué necesidades tiene cuando protesta. Quizá sea un conocimiento ocioso, porque ella está creciendo apresuradamente y no tarda en empezar a hablar. Se me ha ido tan rápido el tiempo en este mes y medio que supongo que así se me irán los próximos 10 a 12 meses que le tomará comenzar a pronunciar sonidos del lenguaje. Pero aunque fuera algo sin futuro, me gusta conocerla y poder decir de repente: "no, lo que ella quiere son brazos"; o: "ahorita tiene hambre"; o: "seguramente tiene frío"; y acertar y alivianar a mi pequeñuela momentáneamente.

Ahora bien, el ritmo bajó pero nunca lo detuve, ahora mismo estoy por terminar la mitad del de Bertrand Russel, el de La conquista de la felicidad. Dicha primera parte tiene enumeradas casualmente (y sin llegar a ser exhaustivo) las causas de la infelicidad: 2. Infelicidad Byroniana, 3. Competencia, 4. Aburrimiento y excitación, 5. Fatiga, 6. Envidia, 7. El sentimiento de pecado, 8. Manía persecutoria y 9. Miedo a la opinión pública. Acabo de terminar el capítulo siete, y hasta ahora me ha parecido muy muy bueno.

Mis planes para las lecturas futuras son que una vez terminado este librito seguiré con la selección de lecturas de lingüística para hacer los trabajos y ahora sí publicarlos por acá. Luego leeré por completo el material y elaboraré los trabajos de las otras materias, para que el próximo año pueda presentarme triunfalmente ante los profes y obtener mi calificación desde principio del semestre. Luego deso, seguir con el siguiente semestre, y así hasta acabar con ellos, de modo que para cuando Loana cumpla tres años yo pueda regalarle a ella y a su mamá (y a mis papás) simbólicamente mi título universitario.

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