4 de diciembre de 2009

Cambio de opinión: antireligión renovada

Hace unos pocos posts puse un texto ligeramente apologético en el que explico porqué no creo que las religiones en sí sean tan malvadas, contradiciendo de ese modo la tesis principal de la película Religulous que alega que son perjudiciales para la humanidad y que para que perdure el ser humano las religiones deben desaparecer. Ahora debo reformular mis ideas, porque las religiones son organizaciones de personas, son instituciones, y no sólo sus textos "sagrados".

A saber, cuando decía que después de todo las religiones no son tan terriblemente malas, en realidad me refería a sus textos sagrados. Como soy un individuo al que le gusta mucho leer y escribir (podría decir que "como soy alguien letrado"), considero a todos los textos como algo bueno en sí, independientemente de su calidad o contenido. Así pues, aunque se trate de Los versos satánicos o de los textos del Marqués de Sade, o peor aún, aunque sean los libros de superación pesonal de Og-Mandino o de Miguel Ángel Cornejo, desde mi perspectiva, ya que el que hace que algún texto tenga o no sentido es finalmente el lector, los textos no pueden ser considerados malos per se.

Pero no así con las religiones, que en tanto instituciones son autopoiéticas, o al menos tienen en su seno a personas dedicadas a perpetuarlas y conservarlas con mayor o menor celo. Dichas personas que encabezan y mantienen a las religiones suelen promover e impulsar entre sus seguidores y subordinados ciertos comportamientos nocivos para los demás, con base en los textos que tienen por sagrados, y así, e.g. cuando se decidió que la cristiandad fuera a las cruzadas, muchos cruzados pueden no haber tenido una fe particularmente arrebatada o mística, pero por la presión social y/o por órdenes directas de sus superiores hicieron las barbaries que luego se cometieron durante esas expediciones colonizadoras fallidas.

Así pues, las religiones por su calidad de instituciones lideradas por limitados seres humanos que influyen sobre individuos y sobre grupos de personas, tienen la capacidad de ser super perjudiciales. Creer que quienes las dirigen han de ser siempre santos es pecar de ingenuidad.

Digamos que estaba usando ese post anti-anti-religioso, para concluir con algo como: "pues sí, las religiones no son tan malas, pero mi Loana no va a ser adoctrinada en una dellas hasta que no tenga capacidad de discernimiento y mayoría de edad".

Ante esa conclusión saltó un amigo católico con nickname Louie, quien dejó un comentario al que ahora quiero responder:

querido Louie, antes que nada felicidades por tu bebé recién nacida. María Fernanda es un bonito nombre. Les deseo a Chio y a ti (y por supuesto también a la nena) todo lo mejor, ojalá que tu esposa y tú sean los mejores educándola y ayudándola a crecer.

Con respecto a tu comentario: ¿de verdad crees que se pueda comparar a tu religión con una clase de deportes o con el dominio y práctica de un instrumento musical? Francamente yo no me opondría a que Loana cursara una clase de religiones en la secundaria o la prepa, pero como lo indica el término mismo, tendría que ser en plural (y no de religión a secas); tendría que ser una materia que conllevara una explicación generalizada de las distintas creencias que hay al rededor del mundo (y no un adoctrinamiento sobre una sola de ellas).

Por otra parte, si Loana fuera a clases de tennis, no creo que los instructores le prohibieran ir también a clases de natación o de danza o de futbol y viceversa, mientras que si ella fuera al catecismo le dirían que está mal creer también en Buda o en Mahoma, y que no debería tener otros dioses (falsos y mentirosos).

Tienes razón, yo no practico deporte, pero sé de deportes y entiendo los beneficios tangibles que puede traerle a la salud de quién sí los practica. Yo no soy músico pero tomé clases de piano por 10 años y de violín por 5, y he escuchado suficiente música como para tener un oído crítico más o menos desarrollado, y sé que tocar guitarra genera habilidades tangibles e incrementa la sensibilidad, y que no aleja a quien la practica de quienes tocan piano o batería, ni es necesario creer nada en específico para poder tocar ninguno desos instrumentos. Finalmente, sé que no hay personas que por jugar futbol o por tocar las maracas van y plantan explosivos en lugares públicos, pero sí lo han hecho personas que son religiosas. Sin embargo te concedo el beneficio de la duda, por favor explícame: ¿En qué se parecen los deportes o la música a la religión que profesas?

3 comentarios:

óscar dijo...

Un saludo al buen Luis si lee esto. Su religión, tan tristemente difundida en esta zona geográfica, es de lo peorcito. De entrada, sus templos violan invariablemente el primer mandamiento de su sanguinario, celoso, genocida y vengativo dios: "No te harás escultura ni imagen alguna ni de lo que hay arriba en los cielos, ni de lo que hay abajo en la tierra, ni de lo que hay en las aguas debajo de la tierra. No te postrarás ante ellas ni les darás culto ...". Digo, si una religión tiene un libro sagrado y tira por la borda el primer mandamiento de su dios...

Louie dijo...

Hola,
En realidad mi punto no era comparar las bondades de la religión con las del deporte ni nada por el estilo. Más bien la actitud de un padre con respecto al supuesto "respeto" que muestra a sus hijos. Tu no le vas a preguntar a tu hija si quiere ir al kinder, o si quiere estudiar música o hacer deporte, ni vas a esperar a que tenga 18 años para preguntarle si quiere estudiar o no. Tú, papá, "sabes" lo que es bueno para ella. Entonces, finalmente, tú, papá, estas decidiendo hacerla no-religiosa (o anti-religiosa inclusive).

choco Nocturno dijo...

Pero no es como que el criterio de un padre pueda ser impuesto sobre los hijos durante toda su vida.

Cada hijo genera su criterio conforme crece y se percata de la realidad según percepción única. Uno le enseña lo que puede y, si es lo suficientemente inteligente, será capaz de influenciar a su descendencia para que cuestione, incluso, las mismas enseñanzas del padre.

Creo que el peor escenario es que la descendencia crezca sin la capacidad de informarse para tomar responsablemente sus decisiones.