30 de diciembre de 2009

Parecon - Parte 1 (31 de 48)

Las habilidades diferentes para beneficiarse de los intercambios competitivos también pueden venir de predicciones más certeras sobre consecuencias inciertas o de un conocimiento diferente de los términos de intercambio (lo cual a su vez podría originarse en diferencias genéticas respecto a este "talento" particular o en diferencias de entrenamiento o, más frecuentemente, en un acceso diferente a información relevante).

O las diferencias podrían originarse en rasgos de la personalidad que hacen a algunos más dispuestos o capaces que otros para dirigir una negociación difícil, o para soportar las penas a las que se arriesgan o, más frecuentemente, las penas impuestas a los otros. El truismo según el cual en nuestra sociedad los chicos buenos llegan al último confirma este punto. Si no puedes soportar lastimar a otros o al menos ignorar las heridas recibidas por otros, en un contexto competitivo estás en severa desventaja cuando se trata de lograr tu propia promoción. Las diferencias en valores sociales podrían (y de hecho lo hacen) evitar que algunas personas busquen la máxima ventaja a expensas de otros, incluso mientras incitan a otros a hacerlo. Las diferentes oportunidades y/o ganas para desobedecer la regla dorada de hacer a los demás lo que quisieras que te hicieran y en vez de eso obedecer la regla del mercado: hacérselo a los otros antes de que te lo hagan a ti, nos dan como resultado diferentes habilidades para acumular beneficios en el contexto de la competencia.

Y desafortunadamente, la competencia --la famosa armonizadora de los intereses privados y públicos-- al expulsar sistemáticamente a los actores menos retorcidos y agresivos, impone el denominador común de conciencia más bajo respeto del deseo de invertir la regla dorada. Entonces, en los modos arriba enlistados y otros que podrían ser enunciados también, la segunda mitad de la proposición uno también se demuestra verdadera. Y una vez que es claramente enunciada, acerca de ella virtualmente no hay desacuerdos. Despues de todo, una gran parte de la actividad económica contemporanea involucra precisamente intentar abrirse camino utilizando dichas diferencias.

Comparada con la proposición uno, el tema tratado en la proposición dos es más filosófico y complejo, pero afortunadamente ya lo navegamos en el capítulo pasado. ¿Qué razones para una compensación diferente son moralmente atractivas y qué razones no conllevan peso moral? Nuestra discusión previa de los valores estableció que solamente los actos en nuestro control y no debidas a la suerte o las circunstancias proveen justificación moral para diferencias de ingresos, lo que hace que la proposición dos sea verdadera, con las controversias asociadas abordadas en el capítulo anterior.

Tú haces esto y yo hago eso otro de modo que el total de lo que los dos hacemos es mayor que si, en cambio, lo volteáramos y yo hiciera esto y tú hicieras eso otro. ¿Quién obtiene el provecho? La proposición tres señala que aquellos con mayores habilidades para apoderarse de los beneficios del intercambio mercantil obviamente capturarán una mayor porción de las ganancias derivadas de la división del trabajo en una economía de mercado. Y cualquier estudiante de las leyes de la oferta y la demanda sabe que, si todo lo demás permanece constante, mientras mayor sea el beneficio que suministra un bien de consumo a un comprador, mayor será el precio que el vendedor recibirá por el. Así, aquellos con mayores habilidades para beneficiar a otros también se beneficiarán en mayor medida que aquellos menos habiles para beneficiar a los demás.

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