25 de diciembre de 2010

Ho ho ho hohohoho

Loana recibió hartos regalos, un lector de libros, que es un sensor que pasas por las líneas de letras y te dice lo que está escrito. Una computadora, o bueno, un juego con aspecto de computadora que se conecta a la TV y fuciona con unos cartuchos como los de atari de hace años; sólo que este tiene un teclado y un mouse, y es inalámbrico (y es para niños de tres años en adelante), o sea, otra época, otros tiempos, otros targets, etc. También le dieron una muñeca, le regalé una araña de peluche de colores, aunque esa se la entregué desde el día que la compré, pero era para navidad. Recibió también un cojín-cobertor de león, suavecito; también un elefantito de Pocoyó (o como sea que se escriba), etc. Loana también regaló mucho, o bueno, ella era la remitente en todas las etiquetas de todo lo que como famiglia repartimos a la famiglia maggiore.

Es curioso, muchos alegan que de no ser por el exaltado judio nazareno crucificado (entre tantos otros correligionarios de por la misma zona que también fueron crucificados), del que hablan los cuatro evangelios oficiales y los otros cuarentaytantos evangelios apócrifos escritos por ahí del año 200 de nuestra era (lo que me hace pensar más en una especie de concurso literario destinado a oficializar la religión de los esclavos, del cual se conservaron también las propuestas de los concursantes que no ganaron; y no de hechos de verdad ocurridos y referidos por testigos), si no fuera por el Cristo, dicen pues, no estaríamos festejando, ni reuniéndonos, ni regalándonos, ni haciendo todas las gracias y desgracias que hacemos en estas fechas. Es curioso, decía, porque desde más atrás del 9500 A.C. se hacían fiestas por esta época del año. ¿Por qué? Pues por el solsticio de invierno, momento, según registros que datan desde el neolítico, a partir del cual vuelve a acrecentarse poco a poco la duración la luz del sol durante los días, lo que indica un punto de renovación cíclica propicio para los augurios, los propósitos, las esperanzas, etc.

O sea que si no se hubiera inventado nunca esa historia del rebelde galileo anti-imperialista globalifóbico predicador de pobrezas y demás discursos izquierdosos, de todas formas estaríamos reuniéndonos todos los años los distintos grupos humanos para vivir rituales de renovación y demás ilusiones. Moraleja de la historia cristiana: si ni el hijo de Dios pudo cambiar el status quo que prevalece desde hace milenios, los mortales comunes debemos resignarnos y tener paciencia y esperar que en otras vidas, o en la otra vida, tengamos mejores condiciones... Asi pues, de todo corazón, les deseo a todos ¡Feliz Navidá!

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