3 de enero de 2012

Una guia para los sin Dios: C5-Placer (6 de 9)

El meollo del expermiento mental es poner en relieve nuestra intución respecto al sentido. Nozick nos pide imaginar una realidad virtual creada por una máquina que produce todas las sensaciones placenteras y las respuestas emocionales que cualquiera pudiera desear. Podríamos disfrutar la máquina por algunas horas. Podríamos incluso volvernos adictos a ella. Sin embargo no elegiríamos, en respuesta a la pregunta de Nozick, una vida pasada solamente conectados a la máquina. Falta algo. Una vida así podría parecer significativa, sin embargo es casi un modelo de lo que sería una vida sin sentido. En la realidad virtual de la máquina de experiencias no somos de verdad grandes poetas, no logramos de verdad la paz mundial, y nadie de verdad nos ama. Hay más respecto al sentido que cómo se sienten las cosas; hay más que valorar que el disfrute.

Los budistas y epicureos predican evitar el sufrimiento como un sendero hacia el sentido de la vida. Sin embargo, el experimento mental de realidad virtual de Nozick se opone a esa hipótesis también. La máquina podría protegernos de experimentar cualquier sufrimiento, y darnos los beneficios del desapego sin las privaciones de años de practicar meditación. Nunca tendríamos porque penar; nuestros seres amados virtuales podrían nunca morir. No tenemos que conocer nunca lo incómodo de las enfermedades, el miedo a la muerte, la angustia del fracaso, o el dolor del amor no correspondido. Sin embargo, incluso si la máquina nunca permitiera que sufriéramos, ninguno de nosotros creería que eso trajo verdadero sentido a nuestras vidas. Evitar el sufrimiento no es suficiente. James Griffin escribe:

Prefiero, en areas importantes de mi vida, una verdad amarga que una mentira cómoda. Incluso si estuviera rodeado de actores consumados capaces de darme el dulce simulacro del amor y el afecto, preferiría la relativamente amarga dieta de sus reacciones auténticas. (Griffin 1986:9)

Debemos basar nuestras vidas en la verdad. Cómo sentimos nuestras vidas no es el único estándar para valorarlas, ni siquiera el más importante.

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