En esa perspectiva, el problema del sentido se reduce a dividir las experiencias en buenas, malas y neutrales. Para dividir las experiencias en buenas, malas, y neutrales debemos encontrar algo común entre las buenas experiencias, y algo común entre las malas experiencias. Una hipótesis es que todas las buenas experiencias comparten un tono sensorial placentero común. (Moore 1903:12-13) Según esto, el placer le da sentido a la experiencia mental, y la experiencia mental es lo único que hay en la vida. Reflexionándolo, sin embargo, la hipótesis de que todas las experiencias disfrutables tienen el mismo tono sensorial parece implausible. Consideremos una lista de expriencias placenteras y veamos si comparten alguna sensación en común: Comer una buena comida cuando se tiene hambre, disfrutar de una película, recibir un masaje, ver un paisaje hermoso, hacer el amor, experimentar una cultura extranjera. Sí, son todas placenteras, pero no, no comparten ningún tono sensorial común que podamos usar para decir porqué son placenteras. El placer no es otra, aunque inconfundible, sensación añadida a nuestras experiencias. No experimentamos ambas el sabor de la comida y la sensación de placer también; sólo probamos la comida. Ser placentero no define un tipo de sensación. Ser placentero no es una propieda intrinseca de algunas sensaciones y algunos sentimientos. La hipótesis de que las experiencias valiosas comparten todas un tono sensorial placentero no funciona.
Otra hipótesis respecto a lo que es común de las buenas experiencias es que la persona que las experimenta quiere tenerlas. Las experiencias placenteras son las que una persona quiere tener y desea continuar teniendo. Similarmente, las experiencias dolorosas son las que una persona no quiere tener y, si las experimenta, desea que acaben pronto. Ser queridas es lo que todas las sensaciones placenteras tienen en común, y ser deseadas las hace contar como placenteras. (Sidgwick 1962:127)
Esta nueva hipótesis nos saca de la perspectiva de las sensaciones internas de la naturaleza humana. Desear algo no es sólo tener una sensación. Desear algo implica tener una postura hacia lo deseado. Las sensaciones, como la sed o el hambre, están completas en sí mismas. El deseo, sin embargo, siempre es dirigido hacia algo más. Deseamos que esto y esto suceda. Queremos experimentar tal y tal. Esta nueva visión hace a la naturaleza humana más compicada porque permite que los estados psicológicos tengan estructura. No son meras sensaciones concientes. En cambio, son actitudes psicológicas dirigidas hacia algún objeto, o hacia algún estado de cosas. (Los filósofos llaman a esta característica de los estados psicológicos "intencionalidad". Y aunque parece una noción obvia, dejar en claro qué significa es una enorme y aun inconclusa tarea de la filosofía contemporanea).
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