30 de enero de 2012

Una guia para los sin Dios: C5-Placer (9 de 9)

Esta nueva hipótesis, que nuestras experiencias placenteras son experiencias que queremos tener, plantea dos asuntos importantes. El primero es que tener experiencias concientes particulares no es lo único que podemos querer. Como fuente de valor, el deseo apunta más allá de las experiencias mentales. Queremos no sólo estados mentales, sino también estados del mundo. Además de desear experimentar el sabor del chocolate, también podemos desear que deje de caer nieve dentro de poco. De hecho, un resultado de lo inadecuado de las soluciones tecnológicas al problema del sentido es dejar en claro que queremos más que sólo la experiencia de una realidad virtual. Queremos que el mundo sea de verdad de cierta manera. ¿Porqué tendríamos que confinar nuestros deseos a tener ciertos estados mentales? ¿No podrían los estados del mundo también satisfacer nuestros deseos? Si ser querido es lo que hace que las cosas sean valiosas y significativas, ¿por qué no podrían otras cosas, además de la experiencia conciente, ser también valiosas? Examinaremos la ruta al sentido por medio del cumplimiento de los deseos en el próximo capítulo.

El segundo asunto importante planteado por la nueva hipótesis es el siguiente: Quereres y deseos no son las únicas actitudes psicológicas que tienen esa característica de intencionalidad, de 'ser acerca de', o de ser dirigidas hacia objetos y estados de cosas. Tenemos un amplio rango de actitudes emocionales que también están dirigidas hacia el mundo tal como está, hacia el mundo tal como puede volverse, y hacia nuestra vida mental. No sólo queremos cosas, sino que también las admiramos, estamos orgullosos de ellas, estamos impresionados por ellas, las disfrutamos, las amamos, las desdeñamos, y las odiamos. ¿Porqué tendríamos que elegir solamente una actitud entre muchas -el deseo- y privilegiarlo como el único modo de identificar el valor? Examinaremos la ruta al sentido a travez de las emociones en capítulos posteriores.

Para avazar, ya abandonamos el marco conceptual de los propósitos legado por Aristóteles y los griegos antiguos. No deberíamos equiparar el sentido ni con nuestra alineación con un propósito cósmico ni con el desarrollo de nuestros potenciales humanos. Para avanzar aún más, debemos ahora abandonar la perspectiva de la naturaleza humana basada en las sensaciones, la cual viene de la era del renacimiento. La naturaleza humana consiste en más que un manojo de experiencias y sensaciones concientes. El placer y el dolor siguen siendo importantes. Nuestra habilidad para experimentar el placer puede ser necesaria para que nuestras vidas se sientan significativas. Sin embargo, las experiencias placenteras no son ni todo lo que importa ni la fuente de lo que importa.

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