Cuatro, la gente frecuentemente piensa que porque las cosas valiosas se terminan y perecen, esto destruye su valor. Nuestras actividades terminan, nuestras buenas experiencias sólo duran cierto tiempo, y nuestras relaciones terminan. Las buenas cosas del mundo siempre perecen, y parece que su sentido muere con ellas.
Sin embargo, aun cuando las cosas buenas terminan, el hecho de que fueron valiosas permanece. La hierba estaba verde y viva la primavera pasada. Ahora, en tiempos de invierno, está café, muerta, y cubierta con nieve. La hierba verde pereció, pero permanece verdadero, hoy, en invierno, que la hierba estaba verde y viva entonces, la primavera pasada. Las cosas perecen; el hecho de que fueran alguna vez valiosas no. Pensemos, también, en los familiares, los abuelos, o los miembros de la familia que amamos y están ahora muertos. Sus vidas valieron la pena, fueron valiosas. Es triste que estén muertos, pero ¿acaso la muerte destruyó el valor de sus vidas? ¿Son las piedras más valiosas que las rosas porque las piedras son casi eternas, mientras que las rosas florecen por, a lo mucho, una semana?
La gente piensa frecuentemente que sus vidas, que les parecen tan importantes a ellos, en realidad importan muy poco bajo el aspecto de la eternidad. Desde el punto de vista del universo, nuestras vidas diarias parecen tontas, nuestras preocupaciones parecen mezquinas, y nuestras existencias parecen no tener sentido. Peor aún, podemos adoptar dos perspectivas respecto a nuestras vidas --tanto el punto de vista normal, egocéntrico, en el que somos importantes, y la perspectiva del universo. Es una broma cruel y trágica que podamos ver ambas perspectivas simultáneamente. Absurdamente, podemos vernos a nosotros mismos tanto importantes como insignificantes. (Nagel 1979:14-15)
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