Cuando morimos, dejamos de existir. Nos volvemos nada. ¿Que es aquello en ese no-ser que parece destruir al sentido? No vamos a sufrir después de la muerte, pues la muerte termina con toda experiencia, tanto placentera como dolorosa. Epicuro (341-270 A.C.) señaló esto mismo en su carta a Meneceo.
Acostúmbrate a la creencia de que la muerte no es nada para nosotros. Pues todo bien y mal consiste de sensaciones, y la muerte es la privación de las sensaciones... Así pues, la muerte, el más espantoso de los males, no es nada para nostros, ya que mientras existamos la muerte no está con nosotros; pero cuando la muerte llegue, entonces ya no existiremos. No es asunto que interese a los vivos o los muertos, ya que para los primeros no es, y los segundos ya no son. (Epicuro 1940:30-31)
Para sufrir, debemos experimentar el sufrimiento, y la muerte termina con toda experiencia. Incluso si el sufrimiento intenso y prolongado pudiera destruir el sentido, la muerte en si misma no puede.
Que algo llegue a su final normalmente no destruye su valor. Nadie rechazaría ir a una fiesta simplemente porque se acabará a media noche. No evitaríamos el cine porque dura tan sólo dos horas. Ni rechazaríamos una buena comida porque solamente pudiéramos comer cierta cantidad de alimentos. ¿Acaso alguno de nostros preferiría seriamente nunca haber nacido, sólo porque nuestras vidas terminarán algún día? Tenemos toda la razón al preocuparnos por el fin de nuestras vidas, y al estar ansiosos y tristes ante tal panorama. Sin embargo, ¿acaso el hecho de que todas las vidas lleguen a un final realmente le quita el sentido a las nuestras?
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