17 de enero de 2010

Parecon - Parte 1 (33 de 48)

Primero, es instructivo notar que incluso si recompensar de acuerdo al valor social de las contribuciones fuera considerado justo, lo cual nuestros valores niegan, hay dos razones por las cuales las evaluaciones del mercado de las contribuciones de los trabajadores divergen sistemáticamente de una medida atinada respecto a su verdadera contribución social:

  1. En los sistemas de mercado votamos con nuestras carteras. El mercado sopesa los deseos de las personas de acuerdo con los ingresos que agrupan detrás de sus preferencias. Por lo tanto el valor de las contribuciones en el mercado es determinado no sólo por las necesidades relativas de las personas sino por la distribución de ingresos que permite a los actores manifestar esas necesidades y deseos. Entonces, tal y como lo mide el mercado el valor de la contribución de un cirujano plástico que reconstruye narices en Hollywood será mayor que el de la contribución de un médico familiar que salva vidas en un condado pobre y rural en Oklahoma --aun cuando el trabajo del médico familiar represente un beneficio social mucho mayor visto desde cualquier medida razonable. Las estrellitas tienen más dinero para expresar sus deseos de mejores apariencias del que tienen los granjeros para mantenerse vivos. Si pagas más, eso ocasionará que aquello por lo que pagas sea "valuado" más alto. Una distribución inequitativa de los ingresos por lo tanto causará que las evaluaciones del mercado respecto a los productos de los fabricantes difiera de una medición acertada de las implicaciones para con el bienestar social de dichos productos. La cirugía plástica supera el salvar a niños desnutridos no porque revertir la desnutrición sea menos valioso que la cirugía plástica, sino porque las estrellas de Hollywood tienen más cash para expresar sus preferencias del que tienen aquellos que sufren hambruna. De lo que se deriva, entonces, que incluso aquellos que impulsan el remunerar de acuerdo con los resultados no deberían ser defensores del mercado, porque los mercados no miden el valor de los productos según los verdaderos beneficios sociales de los productos mismos.
  2. Además, los mercados sólo incorporan en sus evaluaciones las voluntades de los compradores y vendedores inmediatos. Las preferencias del consumidor de coches y del vendedor de coches son bien representadas (asumiendo que ignoremos las diferencias de ingresos que distorsionan el peso que se les da [a las preferencias]) cuando el primero le compra un coche al segundo, sin embargo otros en la sociedad que no están ni comprando ni vendiendo el auto pero respiran la contaminación generada por el mismo, no tienen ningún voto en absoluto en la transacción. El precio de un coche negociado entre el comprador y el vendedor no refleja el impacto de la polución del auto en la mayoritaria plebe puesto que dicha plebe no está involucrada en la transacción directa y sus opiniones en el asunto nunca son "encuestadas". Algunas veces dicho impacto más amplio es positivo: una persona se ilumina tras comprar un libro y a cambio beneficia a otros. Los beneficios positivos a los otros no afectan el precio inicial de compra. Algunas veces el impacto más amplio es negativo: una persona bebe en exceso y eventualmente los cónyuges y amigos y la sociedad en general sufren la pérdida de productividad, los costos aumentados de cuidados médicos, y los horrores de abusos y el conducir en estado de ebriedad. Los productos derivados negativos no impactaron la compra original. Lo que queremos decir con esto es que el mercado sobrestima algunos bienes al no tomar en cuenta sus efectos "externos" negativos más allá de los compradores y vendedores directos, y subestima otros al no tomar en cuenta sus efectos "externos" positivos por encima de los compradores y vendedores directos. Esta mala valoración en las transacciones con implicaciones más allá de los compradcores y vendedores inmediatos implica a su vez que aquellos que producen bienes o servicios con efectos negativos no tomados en cuenta obtendrán la sobrestimación del valor de sus contribuciones en economías de mercado, mientras que otros que producen bienes o servicios con efectos positivos no tomados en cuenta tendrán sus contribuciones subestimadas. Así pues, incluso aquellos que creen en la remuneración de acuerdo a los resultados (en lugar de por esfuerzo y sacrificio, como favorecemos aquí) deberían rechazar a los mercados, puesto que hasta los mercados más libres miden inadecuadamente los costos y beneficios sociales. Remuneran de acuerdo a la contribución, pero miden mal las contribuciones de modo sistemático y socialmente perjudicial.
Usar los mercados para recompensar las contribuciones a los resultados es más o menos como si creyéramos que se debiera pagar a las personas por cuanto pesan, y entonces adoptáramos un elaborado sistema para lograrlo, pero el sistema que eligieramos para la tarea incluyera una escala con bolsas de arena adicionales añadidas a un lado o al otro, incrementando así el peso de algunos y no otros. Obviamente la norma por peso en su totalidad en primer lugar es inmoral, como creemos que es remunerar por resultados. Pero, adicionalmente, si uno defendiera la norma del peso, no tendría sentido para nadie defender también un conjunto de instituciones que de hecho la tergiversa --a menos, claro, que hubiera otras cosas de ese sistema que a uno le gustaran mucho y la retórica acerca de la norma por peso fuera una mera fachada que uno no se tomara en serio.

Para volver a nuestros propios estándares, es muy importante notar que el problema de que algunas personas reciban mayores sueldos y salarios que otras que hacen mayores sacrificios personales no puede corregirse en economías de mercado sin crear enormes ineficiencias. El problema es tanto intrínseco a los mercados como intratable bajo su influencia. Incluso en el mejor de los casos, en las transacciones mercantiles se paga algo llamado el "producto marginal de las utilidades" (o la evaluación de sus contribuciones al resultado) por el trabajo, y como ya vimos, este puede diferir significativamente de la verdadera evaluación de los resultados, y mucho más del esfuerzo dedicado. Pero supongamos que nos damos cuenta de la injusticia de estas bases para la remuneración y decidimos corregirlas manteniendo los mercados casi sin cambios excepto por sustituir legislativamente los "(injustos) sueldos por producto marginal de las utilidades" con "sueldos por esfuerzo" (e.g. sueldos justos). ¿No podría eso mejorar este problema particular? Conservamos los mercados, en general, pero corregimos los sueldos del mercado. ¿Qué hay ahí que nos disguste? Hasta cierto grado esto mejoraría un problema, sí, pero también conduciría a usos ineficientes de recursos laborales escasos, contrarrestando por tanto cualquier beneficio logrado.

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